Ni divino ni humano




Recuerdo aquel otoño. El viento del sur moviendo la ropa que, como banderas, colgaban de los balcones. Siempre me gustó el viento, me hace sentir libre.
Sentados en el respaldo del banco con los pies en el asiento, comíamos pipas mientras observábamos la calle. Pronto llegarían «los Sagutxos», una pandilla de adolescentes que imitaban a las que se veían en las películas americanas.
El lugar era zona de trapicheo y las rencillas entre bandas eran habituales. Las zapatillas que colgaban del cable telefónico que iba al poste del teléfono de la parada de taxis era la señal de que ahí se vendía.
El volumen del tocadiscos del bar se subió de pronto y «Pop–Tops» cantaba «Mamy Blue».
El hermano de Clarisa nos vio y nos hizo una señal para que nos largáramos. Estaba claro que algo iba a pasar. Otra cuadrilla venida de un barrio cercano se unió a la fiesta. La cosa se comenzó a caldear. 
Dicen que el viento sur hace que la gente se altere, creo que ese no fue el motivo, sino una riña de zona de venta.
Las dos bandas enseñaban sus armas, navajas, nunchakus, cadenas, bates, puños americanos y demás armas. Juan echó a correr.
Hay veces en las que me pregunto si Dios juega con nosotros. En ocasiones hace las cosas más complicadas para solucionar un problema. Ese día, creo que mirando, igual que nosotros, dijo: ¿Cómo paro esto? Y echándole imaginación le dio a mi amigo Juan el protagonismo. Me imagino a Dios riendo de sus ocurrencias.
Como decía, salió corriendo y al cruzar la calle: «zas». Todos escuchamos el frenazo de un Seat 850 color azul, nunca se me olvidará, y dos golpes claros, uno al atropellar a Juan y el otro el sonido del cuerpo de mi amigo cuando al salir volando cayó en el capot del coche. Femur roto y contusión craneoencefálica. 
La pelea nunca llegó a producirse. Todo el peso de la gracia de Dios cayó sobre el pobre Juan. Qué curioso es el destino, Juan fue el que detuvo lo que podía haberse convertido en una matanza, y años más tarde no hubo intervención divina ni humana cuando el propio Juan murió en una reyerta.

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