Las cloacas del mundo.




… Y se deshace de ella, como se deshace de todo. Igual que del pecado, ignorándolo, apartándose; se cree, se engaña y una y otra vez cae en esa mentira, una y otra vez incide en la oscuridad de su mente, igual que uno insiste en esa herida de la boca, que escuece, pero no puedes dejar de hurgar con la lengua, piensas que hay algo malo en ella, pero aun así no haces nada, hasta que ya es demasiado tarde.
Las mentiras las disfraza de amor a Dios, igual que sus pecados, que solo los ve cuando ya ha sucedido, pero que una vez que los tapa y los esconde, igual que uno escondería el polvo que ha barrido, debajo de la alfombra, ese pecado desaparece de su mente y culpa a los demás de ello, y escapa haciendo el bien, creando una red de mentiras que los demás pueden ver, ayudando a los necesitados, en ocasiones.
Pero la mentira solo engaña al que la costruye; la mentira está en todas partes, el mundo se ha construido sobre ella y sus cimientos son tan frágiles que se derrumban cada vez que una nueva llega, o la verdad se posa sobre sus muros y entonces todo lo construido se desmorona y cae como un castillo de naipes.
La verdad, en cambio, es como una planta que hay que regar, si no lo haces se marchita y se pudre, se oxida y desaparece, nada queda, tan solo el recuerdo en forma de gusanos que lo invade todo y crecen hasta construir un muro alrededor de la mentira, alimentándose de esta. […]. Si entonces lo hubiera entendido, si hubiera aceptado mi derrota, si hubiera sido otro…, tantos sies pasaron por mi cabeza, pero Dios me tenía reservado algo, Dios se volvía a reír de mí. Todo eso no era más que un aprendizaje, el preludio de lo que ahora se está cociendo en Ilargi, siempre Ilargi.
Creo que cuando Dios construyo el mundo dejó este lugar inacabado, eran las cloacas donde se deshacía de todo lo que no le servía o lo que le había salido mal, como un gran agujero donde va todo lo indeseable a parar.
Yo lo llamo el Váter de Dios […].
Ve oscuridad, ve la tormenta que se acerca, que todo lo envuelve, y como un presagio de lo que acontecerá, el cielo tiembla, el día se torna noche y los cristales reciben el repiqueteo de unos dedos que parecen llamarle, que le advierten que lo que ocurra a partir de ahora será culpa suya si no lo remedia.
Dios, una vez más, le llama…

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