Manto azul oscuro.




Quiso escribirla, antes de que la luz se extinguiera en sus ojos; quiso escribirla, antes de que las arenas del tiempo la envolvieran; quiso escribirla, antes de que el universo se volviera frío y que el único color que vieran sus ojos antes de la despedida fuera el negro.
Ahora que el caos gobernaba en sus sueños; ahora que la eternidad sujetaba las agujas del tiempo; ahora que las sombras de la noche detenían las agujas.
Ya no había tiempo para eso; ya la noche se extendía con su terciopelo azul oscuro; como un manto entre sus dedos se escurría y el adiós era la única palabra no escrita en el tiempo que se dejaba pronunciar.
La eternidad, esa otra palabra que expresaba ese sentimiento de nostalgia; cómo una sola palabra puede albergar tanto sufrimiento; ya no atendía a la razón; uno nunca se acostumbra al beso que la eternidad te da, mientras te embriagas de sus caricias.
Ya llega el alba y el tiempo, una vez más, se vuelve frenético, hasta que la noche regresa para envolverte entre sus brazos.
El viento me susurraba lamentos, que los sueños me devolvían, y de la brisa un cántico que como plegarias me llamaban, despertando con cada latido.
Ella se volvió pájaro y en mi pecho quedo presa en una jaula de cristal.
Fue una historia no escrita, no vivida, envuelta en la piel del sueño. Dilatándose en una poesía, entre bosques de lluvia, que los versos dilataban.
En la piel dejó marcada sus huellas.
La luna cuenta nuestra historia y las estrellas acariciaban, ahora, su piel.

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