A las puertas del infierno.
Una alfombra de ocres colores en el campo se formaba. El viento soplaba con fuerza y de los árboles las hojas caían, y sus ramas se desvestían. Un remolino a mí alrededor se tornaba. Las nubes el sol tapaba, porque envidia de él tenía. Tras las sombras ese ser miraba. A mis ojos un gigante sin cara, Inevitáblemente era arrastrado hacia su morada. El viento arreciaba y traía hasta mí las voces del ayer. Voces de demonios, de seres que en mi mente habitan. Donde no se puede ver. No quiero escuchar. Miro a mi derecha y una imagen destaca sobre todas las demás. Un haz de luz se filtra entre las nubes y la imagen de un gigante hacia mí se acerca. — Tú, ser mortal, que habita este mundo infernal. Dinos qué es lo que pides, para poder entrar. — Eres tú el Dios de la maldad. Tú quien manda en el inframundo. Yo tan sólo soy un ser efímero que vive en este mundo. — Este es el infierno del que todos los demonios hablamos. Al que entrar quisiéramos, pero es tan terrible su