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Mostrando entradas de mayo, 2021

El de la esquina.

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Ese era él, el que permanecía en silencio, lejos de todos y de todo, entre las sombras de la mazmorra del extraño ser en el que se había convertido. Un ser que se alejaba, cada vez más, del mundo exterior. El bicho raro del que todos escapan, del que huyen y al que temen. Y no porque quisiera, sino porque el miedo, la ignorancia y la sociedad marginan al menos preparado o al que alguien o algo, como el azar, ha decidido que no debe formar parte del entramado que es el resto de los humanos, pero ¿qué es lo que les diferencia de nosotros? Si miras bien te das cuenta que… nada, no hay nada que los diferencie de nosotros, pero le ha tocado, igual que te podía haber tocado a ti, o a mí, pero le ha tocado a él. El animal más fuerte se aprovecha del débil para subir en la escala.  Su mirada era fría y distante, sus hombros estaban curvados hacia el suelo y su mirada siempre fija en sus pies, como si la tierra lo llamara y tuviera miedo a tropezar si levantaba la vista. En su inter

La última batalla

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Miraba al frente desde la seguridad que le confería estar en la zona más alta, pero esa seguridad era tan falsa como la promesa del enemigo de que dejarían que viviera si se entregaba. Nadie había tras él, nadie para cubrirle, nadie por el que mereciera la pena morir en batalla, pero tampoco lo valía rendirse. —No dejaré que vean mis lágrimas ni que mis seres queridos esperen más por mí.  —No dejaré que los suspiros me envuelvan, que me aprisionen. Su caballo, Lugh, parecía impaciente por entrar en lid. Lo calmó dándole unas ligeras palmadas en el lomo. Se bajó de su montura, soltó las riendas y la silla y le susurró al oído: —No te harán nada, amigo —le dio una fuerte palmada y Lugh galopó libre— Eso es, ¡vive! El enemigo continuaba su ascenso. Inspiró profundamente, hincó su rodilla izquierda en la tierra, ahora seca y estéril, desenganchó el escudo de su espalda, sacó de su tahalí la espada hecha por los mejores herreros de la comarca, la besó y gritó mirando al cielo, p

Eterna.

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Soy un ser que errante camino en la noche, atrapada en los recuerdos de un antiguo mal que junto a la mortecina luz de la luna se perdió y sólo la recupero en esos nebulosos sueños antes del amanecer. Libré mil batallas y en ninguna pude vislumbrar imagen alguna que me hablara de él. Ahora, amarrada a esta soledad que me arrastra entre las sombras que parecen emitir el llanto de esta eterna soledad. Aletean cual mariposas, en un vuelo irregular, como irregular es mi sentimiento, pero sin descanso en esta muerte eterna que acaricia el néctar de una antigua esencia. He muerto mil veces, he resucitado otras mil y en ninguna lo vi, pero no desistiré y si hiciera falta las luces del firmamento prenderé para poder encontrarlo. Caminaré entre vías de blanquecina luz y obscuros agujeros, derramaré luz sobre ellos si hiciera falta, pues aún llevo el recuerdo de una mano tan delicada como fuerte y sabia. El camino se me hace largo y en ocasiones confundí esperanza con muerte, pero no

Un nuevo final.

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Recuerdo esas tardes de risas, la lluvia no nos impedía disfrutar de los días de invierno, cuando eres joven el frío no existe y el amor y la amistad pueden con todo mal. Los soportales de la vieja estación nos servían de refugio y entre besos y porros nuestra vida transcurría, sin prisas. Hasta que un día nos dimos de bruces con la vida. La gente desaparece, los compañeros y amigos, incluso los que no lo son se esfuman, algunos para siempre, otros simplemente dejan de ser jóvenes para pasar a ser hombres y mujeres adultas. Se casan, tienen hijos y pasan a ser uno y una más entre tanta gente y los mayores aún se hacen más. No lo vimos llegar, simplemente ocurrió, como sucede una estación a otra, de forma natural, sin accidentes ni de forma escandalosa. Nos dimos cuenta que todo a nuestro alrededor pasaba menos nosotros. Salimos de los soportales una tarde, después de un fuerte aguacero, para ver el arco iris y al mirar hacia la estación vimos el cartel que anunciaba la próx