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Mostrando entradas de abril, 2020

Cyaram Mèin. El soldado sin alma (V).

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Dior, corrió hasta el establo, allí le esperaba su fiel perro, un lobero Irlandés o Cú Faoil. El perro se irguió expectante. —Sceolan. Tenemos una tarea que cumplir —El perro gruñó y una vez suelto siguió a su dueña. Pensó en coger el caballo, pero creyó que sería fácil seguir su rastro y en el bosque no era de mucha ayuda, pues era muy espeso y no podría cabalgar con normalidad. Si algo bueno había sacado de los Romanos era correr largas distancias. Recordaba cuando la cogieron siendo muy joven y la convirtieron en esclava. Ese viejo gordo que la violó, una y otra vez, hasta que se cansó de ella y la vendió. Su suerte cambió a partir de ese momento. Un legionario la compró y le hizo ciudadana de Roma. Él era distinto a todos los hombres que había conocido. Le enseñó el arte de la guerra. La entrenó como a un legionario, en contra de lo que le decían. Largas carreras con pesadas cargas y peleas interminables. —Yo no viviré para siempre. Puede que muera en alguna batalla —le dec

Cuaram Mèim. El soldado sin alma (IV).

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—Señor —el soldado se postraba de rodillas ante Apolonio—, han regresado todos los soldados menos los cuatro que mandasteis al poblado de Selorio. —Es ahí donde debéis buscar. Andad con cuidado. Escoged a media docena de los mejores soldados e id a buscar a vuestros compañeros. Interrogad a quién encontréis. Sin contemplaciones. Esos bastardos son capaces de esconderle y de mataros si os descuidáis. Wilfredo recorrió el campo de entrenamiento. Buscaba soldados hábiles, valientes y grandes. Ese Celta era un gigante y si querían acabar con él, deberían ser soldados semejantes a ese monstruo. Los soldados entrenaban con fuerza, incluso muchos salían heridos de los entrenamientos, pero Wilfredo no encontraba lo que buscaba, todos esos hombres, aunque fornidos y valientes no se acercaban a la estatura de Cyaram. —Señor, creo que no encontrará aquí lo qué busca —Un hombre viejo y enjuto miraba a Wilfredo. Era pequeño y no parecía un soldado, más bien asemejaba un letrado, alguien q

Cyaram Mèin. El soldado sin alma (III).

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Cyaram no andaba mejor que los soldados caídos, en la lucha le hirieron y si no se curaba pronto, él caería sin remedio también. Iba lo más rápido que podía. Llegó hasta el río y vio como zarpaba su barco, le habían dejado allí, sus hombres no le esperaban, creyéndole muerto zarpaban, esas eran sus propias órdenes. Mientras iba a la batalla recordó ver en un campo cercano una extensa plantación de Aloe Vera, decían de ella que era milagrosa y la mejor medicina para sanar las heridas. Volvió sobre sus pasos y tras media hora de camino allí lo vio, una plantación en unas tierras que no eran las apropiadas, quizá no fueran todo lo buenas que esperaba, pero no disponía de nada mejor. Cortó unas cuantas plantas y esparció su jugo por las heridas en brazos, cuello y vientre. Ahora debía refugiarse en algún lugar. Frente a él una cabaña de madera y una cuadra. Echó un vistazo a su interior. No había nadie. Abrió la puerta espada en mano, pero estaba vacía, quizá sus ocupantes ha

Cyaram Mèin. El soldado sin alma (II).

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La noticia corrió como un caballo desbocado y pronto llegó a oídos de Cyaram. —Greum —llamó Cyaram a un soldado—. Por todos los dioses. Llama a todos y cada uno de los soldados que estén dispuestos a servirme. Greum, saltó sobre su caballo y le incitó a correr. La noticia de que el rey Cyaram necesitaba ayuda no se hizo esperar, y fueron muchos los hombres que llegaron desde distintas tierras. Tierras también arrasadas por el imperio Romano. Unas semanas después un gran número de Celtas se reunía cerca del Castro. —Somos inferiores en número. No os prometo la victoria. El que quiera irse está a tiempo, no se lo impediré —Cyaram, subido a su caballo hablaba a una multitud ávida de sangre—, pero una cosa sí os prometo, ¡VENGANZA! Todos alzaron sus espadas clamándola. Llegaron hasta el Castro, donde los Romanos esperaban. Los Romanos salieron en su busca y fue donde Cyaram cometió el error de atacar en campo abierto, donde la legión era superior. Los Celtas eran ex

Cyaram Mèin. El soldado sin alma –

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Un viento venido del norte traía nubes negras como presagio de lo que estaba por llegar. Los habitantes del castro ignorantes de que gente venida del norte corrían como posesos hacia ellos. Una legión de hombres preparados para la batalla. Una perfecta máquina de guerra comandada por el general Apolonio. Cyaram Mèin descansaba mientras observaba a sus hombres como se desenvolvían con los movimientos con la espada. Les había enseñado las antiguas artes de lucha. Mucho tiempo había pasado ya desde que su padre hiciera lo mismo con él. Eran otros tiempos, tiempos de paz, cuando sus antepasados se asentaron en tierras de los Astures tras llegar desde tierras lejanas. Eran hombres curtidos en mil batallas, quizá cansados ya de pelear, llegaron a un acuerdo de no confrontación con los habitantes de esas tierras. Unos hombres y mujeres que vivían de sus cosechas y de sus animales. Ellos les mantendrían a cambio de la defensa de sus tierras y de sus gentes y así había sido has