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Mostrando entradas de diciembre, 2023

La noche y sus monstruos

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… La noche y sus monstruos deambulan entre las calles. Los recuerdos son solo eso, pero pueden hacer tanto daño como la mayor de las dagas, pueden penetrar profundo y horadar en esa herida que no se cierra. Hay heridas, muchas heridas abiertas, que no han cicatrizado, y que jamás lo harán, que te despiertan de noche, que te doblan la espalda, que no te dejan respirar, que te hunden y te hacen llorar. Hay monstruos que saben dónde mirar, cómo hurgar en ellas. En ocasiones esas heridas escuecen y duelen y sabes que es mejor no tocarlas, pero aun así, vuelves a hacerlo, es como si disfrutaras con el dolor, y a cada paso la herida crece y crece, hasta que se hace más grande que tú. Y es ahí cuando uno los reconoce, cuando el dolor deja de ser propio y pasa a ser ajeno, cuando los encuentras y reconoces su olor, cuando sabes que ya no escaparás, que tú mismo eres tu captor y el que atrae con tu edor a esos predadores, porque eres su presa, porque tu olor los atrae y nada puedes

De regreso a casa.

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… Es ahí, cuando de camino a Ilargi, me topé con la realidad. Era de noche. Recuerdo la bóveda celeste sobre mí, la vía láctea me indicaba el camino de vuelta a casa y me decía que el regreso no es fácil, nunca es fácil. Los regresos son complicados. Tenemos miedo a volver y que nos vean como unos fracasados; tememos no saber cómo reaccionar cuando nos reconozcan, cuando todo nuestro pasado cruce ante nosotros y nos devuelva esos recuerdos; tememos no saber cómo enfrentarnos a nuestros miedos, a nuestros fracasos, a nuestro futuro. Tememos mirar a la cara, a mostrarnos tal y como somos, a sentir que hemos perdido un tiempo que ya no volverá y nos aferramos a nuestro presente y queremos huir, escapar, desaparecer. Pero es peor cuando vemos que nadie se acuerda de nosotros y que hemos pasado a ser un fantasma, un ser más, que no somos nadie, que no somos tan importantes como nos creíamos y deseas gritar que te devuelvan tu vida. Me planté en medio del camino y la gente deambu

Las cloacas del mundo.

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… Y se deshace de ella, como se deshace de todo. Igual que del pecado, ignorándolo, apartándose; se cree, se engaña y una y otra vez cae en esa mentira, una y otra vez incide en la oscuridad de su mente, igual que uno insiste en esa herida de la boca, que escuece, pero no puedes dejar de hurgar con la lengua, piensas que hay algo malo en ella, pero aun así no haces nada, hasta que ya es demasiado tarde. Las mentiras las disfraza de amor a Dios, igual que sus pecados, que solo los ve cuando ya ha sucedido, pero que una vez que los tapa y los esconde, igual que uno escondería el polvo que ha barrido, debajo de la alfombra, ese pecado desaparece de su mente y culpa a los demás de ello, y escapa haciendo el bien, creando una red de mentiras que los demás pueden ver, ayudando a los necesitados, en ocasiones. Pero la mentira solo engaña al que la costruye; la mentira está en todas partes, el mundo se ha construido sobre ella y sus cimientos son tan frágiles que se derrumban cada

La vieja mansión.

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La puerta no estaba abierta, ellos la empujaron. El chirriante sonido pareció sacar a los muertos de la ensoñación. Los intrusos un escalofrío sintieron, como si de unas manos frías en su espalda anduviera recorriendo. Se sintieron tentados a mirar tras ellos, pero el miedo por lo que vendrá era mayor que el que pasó. En la penumbra de la sala al atardecer, el incesante silvido del viento les hizo estremecer. Una sábana que se agitó la boca les calló. La cenicienta luz de una farola les alumbraba. Que no están solos sentían, era la sensación de notar el frío del ánima que habitaba en el interior de la vieja mansión, y a cada paso el suelo quejarse parecía, amenzando con venirse abajo en cada ocasión. Alguien, alguno de los presentes hizo la pregunta y les retó: —¿A que no os atrevéis? Pues el balón con el que jugaban acabó dentro de la vieja mansión. Uno a uno se adentraron; unos haciéndose los valientes, otros por parecerlo y otros ya no recordaban, pues el miedo les apret