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Mostrando entradas de abril, 2021

Pax

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Rompía la mar con fuerza, se erizaba, saltaba salvaje y libre, sacudiéndose en mil pedazos, como lo haría un espejo para después recomponerse y reflejar al cielo y a mí.  Me dejé mojar por la lluvia y la mar, me dejé llevar por los acantilados y quise desaparecer tras ellos. De ellos aprendí que nada es eterno, que todo fluye al igual que la mar, que como las olas todo y todos vienen y van. Los sueños se me enredan como una maraña de sentimientos, se cuelgan de mí y tras esconderse en las sombras de los recuerdos… corren, se deslizan como las gotas entre los dedos para después desaparecer y volar libres, y yo, con ellos. Ellos callan lo que cuento. Si escuchas bien, las ánimas te dirán lo que yo no pude decirte. Tras los acontecimientos que me llevaron hasta aquí, en esa primavera de muerte y deseo, en esa lucha sin fin los encuentro. No existe el silencio que acalle esas voces, que ahoguen sus rimas y sus risas. No existe la paz tras los muros de la vergüenza. Cualquier lu

Imagina

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—Imagina un lugar donde descansar nuestros viejos huesos; imagina un río que fluye sin descanso; aguas cristalinas, sus orillas verdes y las más hermosas praderas. Campos repletos de flores y bosques tan espesos que la luz del sol no se atreve a traspasar. »Imagina pastos en el que nunca te falte hierba que masticar; yeguas que esperan a su príncipe, a ti. Ese es nuestro hogar. Ya queda poco, viejo amigo. Ya veo la casa con el hogar encendido, mi esposa esperándome sentada a la entrada; una buena jarra de la mejor cerveza y el cordero más grande de la comarca sobre la mesa. »Imagina, fiel amigo, noches de luz de luna y de incontables estrellas; cálidas madrugadas en las que descansar nuestros viejos cuerpos, sin más preocupación que el de comer, beber y retozar. Eso es lo que nos espera. El caballo inquieto y cansado resoplaba. Miró a su amo y pareció entender lo que le pedía. Se levantó resollando, mientras el soldado acariciaba tranquilizándolo, intentando no tocar las fl

Monstruos en el Edén.

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Cuentan que en el bosque un antiguo mal habita, pero nadie allí lo sabía.  Se acercó la vieja Dama, de anchos hombros y larga su mirada.  El viento al verla llegar arreciaba, pero a ella eso no la intimidaba.  Animales, insectos, plantas y alimañas se retorcían entre las sombras de aquella mañana. Una casa en el corazón del bosque se levantaba, entre fresnos y abedules la cabaña descansaba. El bosque era negro, como negro el cielo que con sus nubes amenazaba, mas en la pequeña casa el sol descansaba.  Un rayo de luz a ella descendía y en las ventanas las pequeñas flores resplandecían. Los jilgueros cantaban en las ventanas, las mariposas libaban las flores y las abejas contentas su nectar al enjambre lo llevaban.  —¿Cómo un ser tan depravado puede vivir en un Eden? —Se repetía la mujer. No lo comprendía y piensa que en el pueblo mentían. Que ese ser no existe, que nadie puede querer tanto a la naturaleza y dedicarse a asesinar a seres inocentes. Se acercó la Dama a la casa.

El teléfono.

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Me levanté al escuchar el sonido del teléfono de casa. No había vuelto a sonar desde hacía mucho tiempo. Nadie usaba ya dicho aparato y yo no sabía porque razón no lo había desinstalado.  Salí de la cama con paso desigual, parecía un borracho a punto de venirme abajo. Descolgé el auricular sin saber muy bien qué hacer. Le di a la pantalla como si fuera un móvil y me lo acerqué a la oreja, volvió a sonar y el sonido se me introdujo en el tímpano, pegué un grito y maldije al aparato. Un insistente tono agudo se me quedó en el oído. Miré el teléfono buscando el dibujo con forma de auricular de color verde y descolgué, ahora sí. —¡¿Digaaaa!? —Mi voz sonó ronca— ¿¡Quién es!? —Nada, el teléfono estaba mudo. No había nadie al otro lado. Maldije a la nada y volví a la cama. Media hora después estaba profundamente dormido y el teléfono volvió a sonar. Di un grito y me levanté. —¡Más vale que ahora me cojas! —Grité al teléfono antes de descolgar—. ¡Diga! —La única que me contestó fue