Monstruos en el Edén.




Cuentan que en el bosque un antiguo mal habita, pero nadie allí lo sabía. 
Se acercó la vieja Dama, de anchos hombros y larga su mirada. 
El viento al verla llegar arreciaba, pero a ella eso no la intimidaba. 
Animales, insectos, plantas y alimañas se retorcían entre las sombras de aquella mañana.
Una casa en el corazón del bosque se levantaba, entre fresnos y abedules la cabaña descansaba.
El bosque era negro, como negro el cielo que con sus nubes amenazaba, mas en la pequeña casa el sol descansaba. 
Un rayo de luz a ella descendía y en las ventanas las pequeñas flores resplandecían.
Los jilgueros cantaban en las ventanas, las mariposas libaban las flores y las abejas contentas su nectar al enjambre lo llevaban. 
—¿Cómo un ser tan depravado puede vivir en un Eden? —Se repetía la mujer. No lo comprendía y piensa que en el pueblo mentían. Que ese ser no existe, que nadie puede querer tanto a la naturaleza y dedicarse a asesinar a seres inocentes.
Se acercó la Dama a la casa. A la puerta llamó y de la casa un hombre salió, con una gran sonrisa la recibió.
—Pasa, mujer, ahí no te quedes. Me han contado que hay demonios tras ese bosque de enfrente.
—Tras ese bosque vivo yo y he venido en busca de los monstruos que dicen viven tras estas paredes.
Los dos se quedaron sorprendidos, al ver que ninguno de ellos eran un ser maligno.
Muchos años habían pasado, pensando que el malo era el del otro lado y por no pararse a escuchar, se dejaron llevar por los miedos de ignorantes y por ciertos intereses. 
Y colorín colorado este cuento aún no se ha acabado…

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