Una pareja más.
… Lima, al contrario que la mayoría de sus compañeras, después del espectáculo, se quedaba en el club para beber unos tragos, decía ella. Necesitaba relajarse un poco antes de volver a casa. Se dejaba ver en la esquina de la barra, donde la luz apenas rozaba su cara e intentaba pasar desapercibida, aunque resultara difícil para una chica atractiva no ser vista en un club de hombres.
Muchos eran los borrachos que se acercaban y le ofrecían compañía a cambio de unas cuantas copas y unos pocos billetes, pero ella siempre los rechazaba. Si el tipo se ponía pesado, ella hacía una señal a alguno de los porteros y ellos se encargaban de sacarlo sin ningún tipo de refinamiento.
Muro, esa noche, la noche en que conoció a Lima, se encontraba bebiendo en la barra como si no hubiera un mañana, mirando a las chicas que bailaban en las barras. Se giró para pedir otro chupito cuando reparó en Lima que le observaba al amparo de la oscuridad de su rincón favorito. Él levantó el vaso para saludar y ella le correspondió con una sonrisa que apenas pudo ver Muro. Lima se arrimó a la barra y la luz de la lámpara de la barra iluminó su cara. El pelo negro de su corta melena estaba mojado, se había duchado y le gustaba que se secara solo. Eso era algo que a Muro le enamoró. Le encantaba verla con ese aire fresco en el rostro, sin maquillaje y sin la peluca azul que siempre lucía en el escenario.
—¡Eh, Fernan! —llamó Muro al camarero. Fernan se acercó sonriente a Muro, sabiendo ya lo que le iba a pedir.
—Lima, le llaman Lima, pero te advierto que te va a ser difícil. He visto a muchos tipos que, como tú, lo han intentado, y han salido por la puerta trasera.
—¿Esos tipos llevaban mi nombre, Fernan?
—Suerte, Muro.
Muro se acercó con un chupito para él y otro para Lima. El portero se acercó al ver que alguien estaba con Lima. Muro miró hacia el portero y este tragó saliva, pero se quedó a una distancia prudencial. Lima le hizo un ademán con la mano para que lo dejara.
Salieron esa noche del club charlando animadamente, por primera vez Muro se despidió de ella, dejándola en su casa y sin subir a ella, era la primera vez también que una mujer del club no le invitaba; por primera vez, también, Lima no tuvo que parar los pies a alguien que había conocido en el club y por primera vez ambos se fueron con una sonrisa en los labios.
La segunda vez que salieron juntos fue ella la que acompañó a Muro a su casa, pero esta vez fue para quedarse hasta el día siguiente.
La tercera no fue de noche, fue el día que ella libraba. Quedaron para dar una vuelta. Muro hacía mucho tiempo que no paseaba por pasear y Lima hacía mucho más que no salía de día.
Charlaban animadamente cuando sus manos se rozaron, Muro sintió como si una lijera corriente le atravesara la mano y corriera por su brazo en busca de su corazón. Lima se la sujetó segura de lo que hacía. Llevaba mucho tiempo sin recibir las atenciones de un hombre, necesitaba alguien que la hiciera sentirse segura y que la mirara como lo hacía Muro. A él le apetecía, le gustaba esa sensación, y se vio como uno más en la ciudad. Ya no sentiría envidia cuando viera a las parejas agarrarse de la mano y pasear juntas, mirándose sin ninguna razón, sonriendo sin un porqué y hablando de nada en particular. Nadie veía nada extraño en una pareja que deambulaban por la ciudad, y eso les gustaba…
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