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Mostrando entradas de febrero, 2018

Caperucita feroz

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Escucho en silencio mis propios latidos, de noche el silencio puede ser ensordecedor, y sobre mi pecho danzando los ecos de un sueño. Hace mucho que no tengo ilusión que las noche son largas y oscuras, que los atardeceres  en grises y tristes y las mañanas largas. Recorro las noches para que se hagan cortas y de día intento dormir para así engañar al hambre. Las sombras se alargaban en la transición de la tarde a la noche. Me senté junto al lago con la esperanza que algún monstruo de río me tragase mientras descansaba, pero los monstruos ya no existen y los ríos están vacíos y fríos como mi estómago y mi corazón. Ya pasó muchos días con sus largas noches desde que salí de mi casa y mi vida. Ya todo terminó, ni se acordará de mí, pero yo no puedo olvidarle y cuanto más me alejo de mi amado más cerca estoy de él. Sé que todo terminó, sé que ya no volveré a mi casa, sé que mi hogar ya no existe, sé que mi vida ya no me pertenece, sé que moriré de melancolía y de hambre por c

Atrapado en la oscuridad

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Atrapado en la oscuridad de la noche, con el único sonido del aleteo de una mariposa nocturna. Discurría su vida sin prisas, sin un pensamiento que le alterara, sin preocupaciones. Miraba a la calle tras el ventanal de su mirador. Plegado en sus propios pensamientos, miraba a la poca gente que pasaba, inventaba vidas e historias. Cada alma que se cruzaba en su mirada era la secuencia de una película o un libro por escribir. Una mujer cruzó la carretera, su vestido se ondeaba con el viento y al correr su falda voló libre hasta su pecho, se lo bajó, pero ya había dejado sus intimidades al descubierto, lejos de gustarle a Bruno le disgustó, porque le hacía ilusión adivinar e imaginar y ese acto le había enseñado todo, su imaginación ya no podía aportar nada nuevo. Decidió mirar a otro lado, pero le podía la curiosidad y la chica la verdad es que estaba muy bien. Se quedó parada mirando hacía el otro lado de la calle de pronto su mirada se centró en el ventanal, el sabía que n

Flores para el camino

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  Ya no se acordaba cuanto tiempo llevaba allí. Ya no podía llorar, no le quedaban más lágrimas. El día que se fue para ya no volver era gris y plomizo ¿cuándo fue eso? Hoy es gris y plomizo, ayer fue gris y plomizo, de hecho no recordaba ningún día que no fuera gris y plomizo. Su lápida estaba impoluta, cómo no iba a estarlo si hacía ¿Cuánto? Ya no se acordaba, ni le importaba. El cementerio se encontraba casi vacío; había algunas personas, que como él se encontraban llorando a sus seres queridos. Una mujer iba recorriendo todas las lápidas en las que algún ser lloraba; algo les decía. Una hermosa mujer, alta y vestida de negro. Seguramente buscaba alguna tumba en concreto. Aunque el día estaba triste ella parecía alumbrarlo todo, llevaba flores que iba regalando a los allí presentes. Su vestido era de un fino encaje. La mujer se fue acercando y al hacerlo pudo observar su gran palidez, pero a pesar de ello su belleza llamaba la atención y uno no podía dejar de mirarla.