Flores para el camino





  Ya no se acordaba cuanto tiempo llevaba allí. Ya no podía llorar, no le quedaban más lágrimas.
El día que se fue para ya no volver era gris y plomizo ¿cuándo fue eso? Hoy es gris y plomizo, ayer fue gris y plomizo, de hecho no recordaba ningún día que no fuera gris y plomizo.
Su lápida estaba impoluta, cómo no iba a estarlo si hacía ¿Cuánto? Ya no se acordaba, ni le importaba.
El cementerio se encontraba casi vacío; había algunas personas, que como él se encontraban llorando a sus seres queridos.
Una mujer iba recorriendo todas las lápidas en las que algún ser lloraba; algo les decía. Una hermosa mujer, alta y vestida de negro. Seguramente buscaba alguna tumba en concreto. Aunque el día estaba triste ella parecía alumbrarlo todo, llevaba flores que iba regalando a los allí presentes. Su vestido era de un fino encaje. La mujer se fue acercando y al hacerlo pudo observar su gran palidez, pero a pesar de ello su belleza llamaba la atención y uno no podía dejar de mirarla.
Frente a él un niño lloraba desconsolado llamando a sus padres, parecía estar solo, no podía entenderlo. La mujer se acercó y le consoló, algo le susurró y tras un dulce beso en la frente el niño movió afirmativamente la cabeza. La mujer miró a Víctor y sonrió. Iba hacia él. Víctor no tenía ninguna gana de hablar con nadie.
- Hola Víctor. ¿A qué esperas?
- ¿Cómo sabe mi nombre?
- Lo dice ahí. - Dijo señalando la lápida. - Llegó la hora de partir.- Le susurró mientras le entregaba una hermosa flor.

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