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Mostrando entradas de septiembre, 2021

Retazos en blanco y negro.

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Algunos recuerdos no son personas, algunos recuerdos son fotos, retazos en blanco y negro. Algunos recuerdos llegan en forma de sonidos, música y objetos, de olores y aromas, de sabores o el tacto cálido de una mano, de una mirada, de un susurro o de un beso. Hoy, al pasar junto a la fuente y escuchar el sonido del agua correr recordé esa tarde. Tardes de juegos, tardes de risas, tardes de despedidas.  Era festivo, creo, o puede que simplemente estuviéramos en ese lugar como tantas otras veces. La plaza con su fuente era un lugar de encuentro. Recuerdo a Juán de pie frente al resto, contando multitud de anécdotas divertidas, era algo que se le daba bien, no creo que todas fueran reales, y aunque todos lo sabíamos a nadie le importaba, lo pasábamos genial con él. Cláudio a punto estuvo de caer al agua, era un poco patoso y con su obesidad se caía con facilidad, hoy en día está irreconocible, está tan delgado que parece enfermo. Recuerdo a Clarisa reír con las ocurrencias de

La noche y sus bestias.

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Despertaba y la lluvia caía con fuerza. Los cristales de la ventana parecían llorar, el agua se deslizaba rauda por ellos y se colaba entre las grietas. La tormenta se acercaba. Un rayo impactó cerca y el estruendo la asustó. El olor a ozono inundó sus fosas nasales. Era el punto más alto de la ciudad y probablemente había caído encima. Miró al techo y las manchas de humedad se esparcían formando figuras imposibles. Una gota lo atravesó y le golpeó en la sien. No le molestó, necesitaba aire fresco. El sonido del agua era relajante y el aire frío que se filtraba a través de los cristales rotos le hacía ser consciente de su cuerpo. Tanto tiempo sin moverse de ese infesto lugar que ya no recordaba que era sentirse viva. La gota se deslizó hasta llegar a su boca y saboreó el agua. No era como lo recordaba, a decir verdad ya no recordaba gran cosa. Cerró los ojos e intentó memorizar los acontecimientos que la llevaron a estar en esa situación. La noche, siempre la noche, eterna

Enfrentados.

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Al sol aún le quedaban unos minutos para salir, pero los soldados ya estaban preparados para dejar sus vidas en manos de los dioses. Todos: soldados y mujeres guerreras y legionarios miran un puente que nace entre dos orillas enfrentadas. Un río de cristalinas aguas corre raudo entre los verdes prados y una fragancia que a nadie deja indiferente, se mezcla el aroma de la Lavanda con el sabor del miedo en sus labios. El tiempo corre sin prisa, la noche ha sido eterna y la mañana parece que nunca llegará, y así será para algunos.  La luna se despide y parece hablar de tierras conquistadas a orillas de tierras abrasadas por la amargura y la desesperanza de hombres mujeres y niños, ella sabe de eso, pues es cruel testigo.  Un agradable viento se levanta y la Anemocoria esparce los frutos de las coníferas entre los campos, como si se tratara de lluvia. Sobran palabras, es el abismo de una tierra ya vacía en la que la vida se aferra entre grietas y al borde del abismo el silencio

Mi primer muerto.

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Hay algo en el ambiente que intenta advertirte de que algo va a suceder, algo que se traslada por el aire, como las hondas que se forman en el agua cuando lanzas una piedra, te llegan tarde o temprano, quieras o no. Si vives en un pequeño pueblo sabes de lo que hablo. Si pasas delante de una vieja mansión, de la que nadie vivo recuerda quiénes eran sus moradores e instintivamente la rodeas, sabes de lo que hablo. El aire se enturbia, tienes esa sensación de que algo no está como debería, tu instinto te advierte que debes andar con cuidado; los pelillos de tu nuca se erizan, tienes la sensación de que te siguen y te espían y cuando te acuestas te tapas hasta la cabeza, piensas que así te librarás de eso que te sigue. He visto a la gente estar malhumorada sin que supieran el por qué; días en que te preguntas por qué hoy no hay nadie en la calle, parecen haberse puesto de acuerdo. El cielo está despejado, pero da la sensación de que lloverá. Casi puedes masticar el aire, huele

El estruendo del silencio.

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Sigo caminando junto a ese ser que sigue mis pasos y como argumento en nuestra conversación sólo nuestros propios pensamientos, no hablamos, nada decimos, pues nada hay que valga la pena para romper este silencio. Silencio en nuestra boca, porque en nuestro caminar, el sonido de los escudos al chocar, rompe el silencio en el lugar. Codo con codo, escudo con escudo, espadas relucientes y botas en el barro. Eternos combatientes entre la tierra y el cielo; como compañera la muerte, que me mira sonriente y es el infierno y no el cielo el que reclama nuestra suerte. Gritos que invaden el aire, sangre que tiñe el suelo; hombres y bestias que se confunden en el duelo, y tras la batalla, ninguno sabe porque ha muerto. Cada uno cree en su verdad, cada muerto es un argumento para seguir con sus mentiras, y tras la batalla llegará el olvido y nunca sabrán porque murieron hombres, mujeres, ancianos y niños. Sólo sus señores quedarán complacidos, si tras la contienda llenaron sus bolsil