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Mostrando entradas de enero, 2022

vivir sin miedos.

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Es esa luz del atardecer. Cayendo tras el horizonte, triste y melancólica sinfonía de colores repartida por el cielo que nos hace recordar. Volver es lo que quiero. Regresar sobre ese sendero. El relajante sonido de las olas al golpear la playa me proporciona ese relax que me hace falta en esta noche que no acaba. Las lágrimas nacen y se secan en mi cara, como segmentos de páginas inacabadas. Son esos recuerdos que el viento aleja, esas risas y llantos en el aire que se acercan y alejan, igual que las olas. Son todas esas vivencias en esta tierra mojada. Se alejan las luces en el agua. La vida sigue y yo con ella. Cuento mis secretos a mi almohada viajera.  —Te marchaste, así, sin más. Te fuiste. ¿Cómo diantre quieres que me sienta? Sentada en el pantalán lo vi. Ahí estaba, esperando algo, cómo si no me hubiera hecho ya suficiente daño. —Las despedidas son siempre duras, pero debes dejarme ir. —Su pelo se mecía con el aire y llevaba puesta esa sonrisa que me enamoró. —¿Cree

Lo que la niebla esconde.

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... —Esa niebla tiene algo que no me agrada, Ceridwen. Es fría y húmeda y parece arrastrar lamentos de tierras extrañas, como si los seres del Otromundo estuvieran intentando pasar a este —Crewe hablaba divertido, pues sabía de los miedos de Ceridwen a la niebla. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Ceridwen. —No hables de ellos a la ligera, Crewe, puede que tengas razón. Sabes que el agua, y en especial los ríos, son la puerta de acceso para pasar al Otromundo. Y ahora que nuestros mundos se han mezclado no sé muy bien dónde se encuentra el límite. Conocí un lugar donde las historias de mitos y leyendas se confundían con el mundo de los mortales. Donde dioses y hombres convivían sin problemas. —Sloane gruñó de nuevo. Ceridwen no sabía si era a la niebla o al soldado que se acercaba. Crewe sacó su mandoble—. Tranquilo Crewe. Deja que se acerque. No creo que pueda hacernos nada y no creo que lo intente. Está más muerto que vivo —Crewe enfundó de nuevo su mandoble, pero se man

Nunca te abandonaré.

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Aquel atardecer, mientras saboreaba la que sería mi última taza de café frente a la ventana, miraba caer la lluvia sobre el cristal. El calor de la habitación, avivado por la chimenea, hizo que apareciera el corazón que dibujó con nuestros nombres. Apareció ante mí para recordarme lo que un día fue, mejor dicho, lo que pudo haber sido. Una silueta se reflejó en el cristal. Quise saber si era cierto lo que mis ojos veían. Con la palma de la mano limpié el corazón dibujado, pero una vez más era una imagen retenida en mi retina que me había engañado. Es la lluvia y sus fantasmas atados a los recuerdos, que como una telaraña se enredan y se pegan a la memoria, en retazos en blanco y negro. Surgiendo en cada esquina, igual que una mala hierba que por mucho que intentes deshacerte de ella siempre surge. Cada invierno, cada día que una imagen, una canción, un aroma o una noche de soledad la haga revivir, y es porque aunque nos haga sufrir es ese momento lo que nos hace seguir adel