vivir sin miedos.




Es esa luz del atardecer. Cayendo tras el horizonte, triste y melancólica sinfonía de colores repartida por el cielo que nos hace recordar.
Volver es lo que quiero. Regresar sobre ese sendero.
El relajante sonido de las olas al golpear la playa me proporciona ese relax que me hace falta en esta noche que no acaba. Las lágrimas nacen y se secan en mi cara, como segmentos de páginas inacabadas. Son esos recuerdos que el viento aleja, esas risas y llantos en el aire que se acercan y alejan, igual que las olas. Son todas esas vivencias en esta tierra mojada. Se alejan las luces en el agua. La vida sigue y yo con ella. Cuento mis secretos a mi almohada viajera. 
—Te marchaste, así, sin más. Te fuiste. ¿Cómo diantre quieres que me sienta?
Sentada en el pantalán lo vi. Ahí estaba, esperando algo, cómo si no me hubiera hecho ya suficiente daño.
—Las despedidas son siempre duras, pero debes dejarme ir. —Su pelo se mecía con el aire y llevaba puesta esa sonrisa que me enamoró.
—¿Crees qué es fácil para mí? Toda una vida esperando y cuando por fin llegaste creí que el cielo por fin me había escuchado. Y ahora…. 
—Qué temes.
—Tengo miedo, lo sé, tengo miedo a perder. De las sombras de la noche tengo miedo y de la risas sin saber por qué. De la vida también dudé. De estar sin ti, de no volver más tu sonrisa a ver. De nuestro último café. Tengo miedo de ser feliz, tengo miedo de no volverlo a ser. De abrazar, de sentir, de amar y de que no me ames, de que me faltes. Del cepillo en mi lavabo, por no volverlo a ver.
Tengo miedo de estar sola. 
—La muerte llama y no espera, pero siempre estaré aquí, cuando te haga falta, pero para eso debes dejarme partir. 
—Lo sé….
—Los miedos siempre nos acechan. Debes vivir, pues nada hay seguro. ¿Crees que si te encierras nada te sucederá? No se puede vivir con miedos, pues la vida está llena de belleza y para verla, sentirla y acariciarla hay que arriesgarse y salir al mundo, y caerse para después levantarse y volver a caer.
—¿Te volveré a ver?
—Sí, algún día nos encontraremos. Ahora sal ahí y disfruta.

—¿Con quién hablabas, mamá?
—Hablaba sola, cariño.

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