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Mostrando entradas de mayo, 2017

Un extraño sonido

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    Era la segunda vez que un ruido le despertaba esa noche, la primera vez no le hizo mucho caso y fue más el sueño que tenía que el interés por saber que había sido, lo que hizo que se quedara en la cama. La segunda vez ya no podía quedarse tranquilo, tenía que ver que era lo que producía ese ruido. Se levantó, no sin dificultad, los años no perdonan, encendió la luz de la mesilla y se colocó las gafas, deslizó los pies hasta las zapatillas y se puso la bata. Hacía frío, más de lo habitual. La puerta de la calle estaba bien cerrada, miró a través de la mirilla y esperó unos segundos para escuchar, pero nada, revisó todas las ventanas de la casa y no vio nada extraño, todo parecía en orden. - Bueno Antonio, está todo bien.- Se dijo así mismo.- Venga viejo estúpido, vuelve a la cama, habrás tenido un mal sueño. Dejó la bata, las gafas y al apagar la luz otra vez, era un suave sonido, como si alguien se estuviera echándo algún perfume, el ruido que se produce al presion

Un trato, un contrato y una historia de amor

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  Hay días como el de hoy, que solo me apetece salir a la calle. Escapar de la rutina del trabajo y morder el aire. Sentir el aliento del amanecer sobre mi piel. Saltar sobre la arena mojada. Correr descalzo por la hierba y gritar a nadie. Me levanté, empujé la silla con mis piernas haciendo que rodara sin control hasta chocar con la pared. Sin mirar a nadie alcancé las escaleras, no me apetecía coger el ascensor, y bajé de dos en dos los escalones de los siete pisos hasta llegar a la calle. Salí del edificio como una exhalación. Levanté las manos y grité fuerte, entonces me di cuenta que estaba en medio de la gran urbe. La gente me miraba. No me importó. Me descalce y corrí en dirección a la playa. Por el camino me fui deshaciendo de la corbata y la chaqueta. Llevaba cinco minutos corriendo cuando caí en la cuenta que la playa estaba muy lejos ¿Cuanto tiempo llevaba viviendo en esa oficina? Me paré sin saber donde ir y acabé sentándome en un parque, donde los niños jugaban. Los pa

Corazones solitarios

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Desde 1989, que el ayuntamiento había cerrado el almacén de pescado, que la empresa "J. Varela" tenía en las antiguos almacenes del puerto, nadie había entrado en ellos, más por seguridad que por ganas, muchos mendigos y yonkis durmieron en ellos, hasta que en un accidente de un pobre hombre junto a su perro, murieron al caerles una pared encima. Yokin, después de pensárselo mucho, había decidido entrar. Se hizo con una linterna de esas de led, que había adquirido en el "chino" del barrio, unas botas de seguridad, que le había quitado a su padre y un casco de obra. Se adentró en el edificio a través de una de sus ventanas, ahora rota. Una vez en el interior, a pesar de que era de día, encendió la linterna, un pequeño haz de luz alumbró el suelo, estaba lleno de latas de cerveza vacías y bolsas de chucherías. Se dirigió hacia las escaleras que subían al segundo piso. Al apoyarse en el pasamanos este cedió y cayó al suelo, formando un estruendoso ruido y una pol

Sueños, una boda y una historia de amor

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  La tenue luz de la mañana entraba a través de la ventana, su haz atravesaba la estancia como si tuviera miedo de despertar a sus inquilinos, caía sobre la gastada alfombra y un millón de diminutas partículas de polvo volaban alrededor del inerte cuerpo desnudo de la mujer. Un brazo se alzó para acariciarla, su bello se erizó y es así como supo Unai que la mujer, a la que había conocido la noche anterior, seguía con vida. Los rastros de cocaína se esparcían por toda la habitación. Deslizó su melena para observar la cara de su invitada y le gustó lo que vio, besó su cuello y ella se movió, abrió los ojos y con unos lentos movimientos, parecía quitarse telarañas de sus ojos, le daba la impresión que el mundo se había vuelto lento y pesado. - ¿Quien eres? ¿Donde estoy?- Anne balbuceaba en un susurro, como si no quisiera hacer ruido ni molestar. Unai continuaba acariciándola como si no la escuchara, sus dedos se deslizaban por los suaves hombros, la volvió a besar en la espalda. - Q

El mundo paralelo de Anam Cara

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  El tiempo parecía transcurrir sin prisas entre el azul del cielo y el denso bosque. Una ardilla le daba los buenos días y las margaritas comenzaban a abrirse perezosamente. Unos tenues haces de luz atravesaban las densas copas de los árboles y daban la bienvenida a su nuevo inquilino. Se levantó estirando su viejo y entumecido cuerpo, pero aun ágil y fuerte a pesar de la edad. Realizó sus habituales estiramientos y sus ejercicios matutinos, era una practica que jamás había abandonado desde que el anciano Lao Tzu le instruyera en el milenario arte del Chi- Kung. Peio había decidido pasar unos días en plena naturaleza para realzar su Chi interno y para evadirse un poco de la ciudad, le habían hablado de un lugar mágico apartado de todo, nada más llegar se dio cuenta que de verdad había algo especial en ese bosque, el pueblo, Anam Cara no estaba muy lejos, pero por ahora prefería no acercarse. Se sentó en la posición del loto, mientras su fiel perro, un cachorro de pastor alemán, le