La noche y sus bestias.



Despertaba y la lluvia caía con fuerza. Los cristales de la ventana parecían llorar, el agua se deslizaba rauda por ellos y se colaba entre las grietas. La tormenta se acercaba. Un rayo impactó cerca y el estruendo la asustó. El olor a ozono inundó sus fosas nasales. Era el punto más alto de la ciudad y probablemente había caído encima. Miró al techo y las manchas de humedad se esparcían formando figuras imposibles. Una gota lo atravesó y le golpeó en la sien. No le molestó, necesitaba aire fresco. El sonido del agua era relajante y el aire frío que se filtraba a través de los cristales rotos le hacía ser consciente de su cuerpo. Tanto tiempo sin moverse de ese infesto lugar que ya no recordaba que era sentirse viva. La gota se deslizó hasta llegar a su boca y saboreó el agua. No era como lo recordaba, a decir verdad ya no recordaba gran cosa. Cerró los ojos e intentó memorizar los acontecimientos que la llevaron a estar en esa situación.
La noche, siempre la noche, eterna noche que se desplaza por sus venas como el aire a través de la tormenta. Es su sabor lo que desea el ser humano. Es su misterio lo que nos empuja a atravesarla. Es su magia, infinita y trágica luna que te atrapa, te engulle y te devora la vida.
Cuando llega y te aprisiona ya no hay marcha atrás. La vio llegar, la llamó, la amaba y ella la penetró, hasta que su alma fue succionada y esparcida por el submundo. Reptó entre las ánimas, los íncubos y súcubos. Se emborrachó de su sabor, se embriagó de su muerte.
Es ahí cuando sucumbió a su encanto y la sangre le llamó. Es ahí cuando ya no era ella.
Ahora se encuentra entre la basura de cuerpos descompuestos de hombres y mujeres que dieron su sangre por salvar su vida.
Vida, qué vida, la muerte es su amante y la eternidad le llama.
Mira a su alrededor y ve los cuerpos que se esparcen por la habitación. Ya no habrá paraíso para ella. Llora amargamente y sus lágrimas se mezclan con la lluvia y la sangre que se escapa entre sus labios. 
Ha llegado su hora y lo sabe, los cazadores humanos están a las puertas de su feudo. La muerte se acerca. Está preparada. Sólo pide un deseo, aunque sabe que no lo verá cumplir, ver luz de un nuevo amanecer.


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