El teléfono.




Me levanté al escuchar el sonido del teléfono de casa. No había vuelto a sonar desde hacía mucho tiempo. Nadie usaba ya dicho aparato y yo no sabía porque razón no lo había desinstalado. 
Salí de la cama con paso desigual, parecía un borracho a punto de venirme abajo.
Descolgé el auricular sin saber muy bien qué hacer. Le di a la pantalla como si fuera un móvil y me lo acerqué a la oreja, volvió a sonar y el sonido se me introdujo en el tímpano, pegué un grito y maldije al aparato. Un insistente tono agudo se me quedó en el oído. Miré el teléfono buscando el dibujo con forma de auricular de color verde y descolgué, ahora sí.
—¡¿Digaaaa!? —Mi voz sonó ronca— ¿¡Quién es!? —Nada, el teléfono estaba mudo. No había nadie al otro lado. Maldije a la nada y volví a la cama.
Media hora después estaba profundamente dormido y el teléfono volvió a sonar.
Di un grito y me levanté.
—¡Más vale que ahora me cojas! —Grité al teléfono antes de descolgar—. ¡Diga! —La única que me contestó fue la señal intermitente de que no había nadie al otro lado de la linea.
Miré el reloj y marcaban las 03:07. Regresé a la cama y comencé a dar vueltas. Ya no podía pegar ojo. Me levanté y fui al váter para orinar .
El teléfono comenzó a sonar de nuevo. Esta vez corrí antes de que lo colgaran y de un rápido movimiento lo descolgué.
—¡¡¡Malditobastardohijodemalamadre, más te vale que sea importante porque te voy a reventar!!!
—¡Ya era hora, Miguel, llevamos llamándote todo el día, tienes el móvil apagado! ¡No has venido a trabajar! ¡Ya son las 15:30! ¡Espero que tengas una buena excusa! —Pit, pit, pit, pit…— ¿Miguel?, ¡Miguel!

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