La noche y sus monstruos




… La noche y sus monstruos deambulan entre las calles.
Los recuerdos son solo eso, pero pueden hacer tanto daño como la mayor de las dagas, pueden penetrar profundo y horadar en esa herida que no se cierra.
Hay heridas, muchas heridas abiertas, que no han cicatrizado, y que jamás lo harán, que te despiertan de noche, que te doblan la espalda, que no te dejan respirar, que te hunden y te hacen llorar.
Hay monstruos que saben dónde mirar, cómo hurgar en ellas.
En ocasiones esas heridas escuecen y duelen y sabes que es mejor no tocarlas, pero aun así, vuelves a hacerlo, es como si disfrutaras con el dolor, y a cada paso la herida crece y crece, hasta que se hace más grande que tú.
Y es ahí cuando uno los reconoce, cuando el dolor deja de ser propio y pasa a ser ajeno, cuando los encuentras y reconoces su olor, cuando sabes que ya no escaparás, que tú mismo eres tu captor y el que atrae con tu edor a esos predadores, porque eres su presa, porque tu olor los atrae y nada puedes hacer, pues son tus miedos los que dejan ese rastro tras de ti; ahora, tú también lo hueles…

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