Cada día.
Aquellos días en que despertaba y tan sólo un pensamiento se hacía realidad en su vida. Dónde la espera se hacia tan intensa y a pesar de sufrir por ella, lo necesitaba tanto como el respirar, necesitaba saber que era necesitado, necesitaba oír su voz, su respiración, su risa, su llanto. Cada despertar era distinto y a la vez tan iguales. Acariciaba sus manos, su pelo, su cara. La veía respirar tranquila, como si la vida continuase a un ritmo y ella suspirase a otro, como si el universo girase alrededor de ella, moviéndose a su merced y el tiempo no le afectara, pero el tiempo le afectó y de qué manera. Ella se fue y se llevó su alma, su corazón y su vida. Continuaba esperando oírla. Cada día se despertaba esperando oír su voz, ver sus ojos acariciando su mirada y hasta notaba cómo sus manos le acariciaban mientras le daba lo buenos días. Hasta que su mente despertaba y se hundía en la cruda realidad. Unax se levantó de la cama, miró el viejo despertador de cuerda que un día el