Cada día.





Aquellos días en que despertaba y tan sólo un pensamiento se hacía realidad en su vida. Dónde la espera se hacia tan intensa y a pesar de sufrir por ella, lo necesitaba tanto como el respirar, necesitaba saber que era necesitado, necesitaba oír su voz, su respiración, su risa, su llanto. Cada despertar era distinto y a la vez tan iguales. Acariciaba sus manos, su pelo, su cara. La veía respirar tranquila, como si la vida continuase a un ritmo y ella suspirase a otro, como si el universo girase alrededor de ella, moviéndose a su merced y el tiempo no le afectara, pero el tiempo le afectó y de qué manera. Ella se fue y se llevó su alma, su corazón y su vida.
Continuaba esperando oírla. Cada día se despertaba esperando oír su voz, ver sus ojos acariciando su mirada y hasta notaba cómo sus manos le acariciaban mientras le daba lo buenos días. Hasta que su mente despertaba y se hundía en la cruda realidad. 
Unax se levantó de la cama, miró el viejo despertador de cuerda que un día ella le regaló, aunque nunca le hizo falta, él se despertaba sin la ayuda de tal horrible aparato, miró la hora por costumbre más que por necesidad y se levantó, sabía perfectamente que eran las ocho de la mañana, deslizó los pies por las zapatillas hasta que quedaron encajadas, se sujetó en la mesilla para poder levantarse, sus viejos músculos ya no le sujetaban como antes. Abrió el armario y sacó su bata, se la colocó y buscó en su bolsillo izquierdo las gafas, sin ellas estaba perdido, accionó el interruptor de la luz, pero esta no se encendió. Encendió y apagó en repetidas ocasiones, como si al hacerlo se fuera a encender milagrosamente en un momento dado.
Fue hacia la ventana y todo estaba oscuro. No se veía nada. Otra vez la maldita luz se había ido en toda la ciudad. Descansaría un poco más.
Cuánto tiempo llevaba así. Cuántas mañanas despertando sabiendo que seguía solo.
Fuera, en algún lugar, una mujer reza a los pies de una tumba. Acaricia la fría sepultura y retira las hojas secas. Como cada mañana, a las ocho, ella reza ante la tumba de Unax.
—Buenos días, amor, no desesperes, pronto nos veremos —Susurra.

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