Gabriel(a).
Se encogió de hombros, callada. Sus manos temblaban al agarrarse al vaso que descansaba a su lado, envuelto entre las grises sombras del mostrador. Los escasos feligreses que dormitaban en el local apenas sentían la necesidad de saber; tan solo deseaban que las agujas del reloj se detuvieran para seguir bebiendo. Gabriela bebió el contenido del sucio vaso de un solo trago y su laringe ardió, pero no movió las cuerdas bocales para emitir quejido alguno. Dio dos golpes secos en el mostrador, y lo que significaba el camarero ya lo sabía. Un nuevo y amarillento líquido cayó sobre el vaso. El barman quiso saber quién se escondía tras las sombras que esparcían las amarillentas luces de las lámparas, que apenas alumbraban su cara, y si lo hubiera hecho, no hubiera dudado en apagarlas. Un televisor permanecía en un inquietante equilibrio sobre una estantería. El polvo acumulado dificultaba su visión, pero el sonido era claro. En algún lugar del mundo la guerra continuaba, en otro c