Saber esperar.
Es en el invierno cuando uno desea que llegue la primavera, pero todo llega cuando tiene que llegar y tras una larga espera las noches se hacen días, los días semanas y estas, se convierten en meses y así los años pasan, deseando que las horas pasen, que los días lleguen y las primaveras nos alcancen, pero la verdad es que son los duros inviernos los que como una losa nos aplastan. Añoraba esos paseos por el parque, cuando la gente paseaba sin prisa, las parejas encontraban el refugio de los árboles para besarse por primera vez. Los niños corrían felices y yo, junto a mi amada, cogidos de la mano, recorríamos los senderos que nos llevaban al lago. Ahora tan sólo son recuerdos de un pasado. Sentado en el viejo banco, intentando ver el lago, tan sólo el suelo alcanzaba a ver, pues mi cuerpo ya marchito por los años no me dejaba alzar la cabeza, ya estaba cansado. Una gaviota solitaria se posó bajo mis pies. Sabedora que nada la podía hacer. Escuché el sonido de unos pasos de