El mundo a mis pies.
Abrí la ventana dejando que la brisa entrara. Se podía oler la mar y su sonido rompiendo contra el acantilado. Cerré los ojos, en un acto reflejo, pues hacía ya muchos años que ninguna imagen se reflejaba en ellos, y lo vi ante mí, como un sueño. Una mar bravía, chocando contra las rocas y esparciendo su espuma sobre mi cuerpo, pude sentir cada gota cayendo en mi cara. Me vi surcando océanos sobre el viejo velero. Salí al exterior y me asomé al acantilado, mis pies rozaban el borde. Las gaviotas me llamaban, parecían decirme que volara con ellas. No era tan difícil. Un pequeño impulso y surcaría por siempre sobre esos acantilados, mi cuerpo se pararía, pero mi mente vagaría por siempre en el viento. De pronto noté el roce de una mano sobre la mía, no me agarró ni siquiera intentaba detenerme, solo estaba ahí, me sujetaba sin presión. —Es precioso. —Era una voz suave, de mujer. —Lo sé. Yo mismo mandé construir la casa en este lugar, pero eso fue hace mucho tiempo, ahora da i