vivir sin miedos.
Es esa luz del atardecer. Cayendo tras el horizonte, triste y melancólica sinfonía de colores repartida por el cielo que nos hace recordar. Volver es lo que quiero. Regresar sobre ese sendero. El relajante sonido de las olas al golpear la playa me proporciona ese relax que me hace falta en esta noche que no acaba. Las lágrimas nacen y se secan en mi cara, como segmentos de páginas inacabadas. Son esos recuerdos que el viento aleja, esas risas y llantos en el aire que se acercan y alejan, igual que las olas. Son todas esas vivencias en esta tierra mojada. Se alejan las luces en el agua. La vida sigue y yo con ella. Cuento mis secretos a mi almohada viajera. —Te marchaste, así, sin más. Te fuiste. ¿Cómo diantre quieres que me sienta? Sentada en el pantalán lo vi. Ahí estaba, esperando algo, cómo si no me hubiera hecho ya suficiente daño. —Las despedidas son siempre duras, pero debes dejarme ir. —Su pelo se mecía con el aire y llevaba puesta esa sonrisa que me enamoró. —¿Cree