Resignación.
Siguiendo el rastro hasta la muralla, llego hasta el elevado puente que separa la vida de la muerte. Tras sus muros la vida transcurre como si el universo no se moviera, pero en este lado la vida se escapa. Niños y ancianos, mujeres y hombres se arrastran esperando a que su final llegue. Ya no hay esperanza para los que nacen, ya la vida pasa de largo en las aldeas y el horror acecha en cada esquina. Muerte es la esperanza de los pueblos, muerte para dejar de sufrir. Con mi último aliento, tras largas noches de marcha, llego al lugar donde los que mandan campan a sus anchas, ignorando que su pueblo muere, porque a sus amos no les importa mientras sus tripas llenen. Trepo por el puente y es tanta su arrogancia, que nadie me detiene, pues no han puesto guardias. Sobre los muros los soldados descansan, duermen gordos y cansados, pues nadie hay que frente les haga. Llego hasta su rey, que duerme en su cama, de suaves pieles y almohadas; dulces plumas cubren su cuerpo. Sus mujer