Un lugar tranquilo




… Echo la vista atrás y veo que llevo una corta, pero vehemente existencia. Este es un pueblo que mira a la mar, donde la vida transcurre tranquila, sin sobresaltos. Las mañanas son cortas, las tardes intensas y las noches son largas y misteriosas.
Un pueblo que sabe a sal y sudor; a tristeza y soledad a frío en el rostro. Huele a pescado y amargura, a invierno y lluvia. 
Su tacto es cálido y su piel espesa; te calma y te mata, te arrulla y te olvida; te ama y te cuida, igual que te odia y olvida. 
Los viejos del pueblo miran las tranquilas aguas que mojan la bahía igual que el pasado que los empapa sin un futuro donde resguardarse. Los jóvenes surcan hacia un futuro sin la otra orilla. Ellos, los jóvenes, ya dan la espalda a la mar. No quieren vivir y morir de ella, por ella.
Yo nací entre esas dos culturas, en un abril de los que ya no quedan, en una primavera que recuerdan como un otoño, con Selena observando cada movimiento. Mi infancia fue feliz, mi adolescencia transcurrió entre risas, porros y amores que nunca fueron. Ahora llega el  mundo y se posa ante mí, como un dios enfadado, mostrando siempre la misma cara, enseñando todas sus cartas, y yo, sin saber cual elegir, ignorando que ya están marcadas, y aun sabiendo que el crupier hace trampa y siempre da como ganadora a la casa.
Me fui distanciando del mundo, ¿o fue el mundo el que me olvido? La gente me aburre, prefiero la compañía de mi mascota, pero eso no es suficiente cuando no te comprenden, cuando te temen por ser quien eres, por ser lo que eres, por no ser lo que ellos quieren.
Primero te miran mal, luego llegan los insultos, más tarde los golpes y si ven que con eso no es suficiente intentan arrancarte de este mundo y si aún resistes acaban por ignorarte, que ese es el peor de los castigos, pues no solo es el olvido de los que no te quieren, es el pasar a no ser nada para nadie, ni para los que un día fueron, y solo te queda una opción, solo te dejan una opción.
Ahora, después de mi muerte y resurrección, ahora que ya nada pierdo, ahora que ya nadie me recuerda, ahora que vuelvo a ser yo, la diosa Selena, me mira sonriente, pues sabe que pronto su vestido se teñirá de color rojo, y yo, el caballero que la invite al baile…

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