La muerte enamorada

Sentada sobre la fina arena y el mar rociando su pelo, el sol se despediría hasta mañana en tan solo una hora, la luna parecía eternizarse en su aparición. Las gaviotas aprovechando las cálidas rachas de aire se dejaban llevar y parecían jugar con el viento. Las olas golpeaban suavemente contra la orilla saludando a la bella dama. Recordaba su sonrisa entre las penumbras del atardecer, en las escaleras del viejo kiosco se besaron por Primera vez, sonando las antiguas baladas y las letras que hablaban de amor no se despegaban de ella, quien puede resistirse a bailar. Apoyando la cabeza sobre su pecho intentaba escuchar el ritmo de su corazón, algo falló y no podría volverlo a oír. Entre recovecos se escondían y bajo la luz de las luciérnagas le declaró su amor. Él le prometió amaneceres y tras el último latido ya no hubo ninguno más. En estas noches en que la calma es total oía el eco de su voz hablándola, diciendo lo grande que era su amor. Dulces sonatas de primavera, ...