RECUERDA



Volver a recorrer los senderos que le llevaron hasta aquí, recordaba aquél atardecer en que no había más prisa que la de pasar el día con los amigos.
Atravesaban el monte con sus bicicletas, una larga pendiente iba desde el faro hasta el salto de agua, el día se había tornado gris, pero no parecía que fuera a llover y la humedad junto con el calor era bastante insoportable, pero cuando eres joven no te importa demasiado y lo aguantas todo o casi todo. Pero para lo que no estaban preparados era para lo que sucedería ese día.
Iker recordaba.

"Iñigo y yo  bajábamos a gran velocidad y su rueda delantera se enganchó a algo frenando de golpe, su cuerpo siguió y fue a parar a unas zarzas.
Iñigo era un chico delicado, llevaba unas gafas de pasta, con unas lentes de gran aumento, atadas con una cuerda alrededor del cuello para no perderlas, su madre le tenía muy controlado y la verdad es que si hubiera sabido que venía conmigo no le hubiera dejado, no es que fuera una mala influencia, es que me gustaba la aventura y sus riesgos y cada vez que venía conmigo acababa lesionado o con magulladuras y sus padres temían por su vida y lo sobreprotegían.
Tuvieron otra hija que murió en un accidente de moto con tan solo 16 años, a su novio le gustaba correr y tenía como costumbre saltarse los semáforos en rojo y no vio llegar un autobús urbano metiéndose bajo sus ruedas, como consecuencia de ello Eva, así se llamaba su hermana, murió en el acto y su novio se quedó en un silla de ruedas. Ahora se dedicaba a ir por los institutos y colegios dando charlas y previniendo a los chavales y chavalas para que respetaran las normas de conducir y no corrieran. 
En ese momento en lo único que pensaba era en su madre y que no iba a dejarnos andar juntos nunca más. Corrí hacia él y lo primero que vi fueron sus gafas, por suerte no se habían roto y las recogí, miré entre los zarzales y no conseguía verle, le llamé.
- ¡IÑIGO!- Tardó unos segundos en contestar.
- ¡IKER! Mira lo que he encontrado, corre.- Oía su voz, pero no conseguía verlo.- ¡Estoy en un agujero en la tierra, entre los matorrales!- Me gritó.
No se veía a simple vista. Al mover el arbusto vi como asomaba la cabeza de Íñigo riéndose.
- Mira tío, una cueva, no veo bien está muy oscuro ¿Tienes una linterna?- Esa sería la última vez que vería a Íñigo.
Fui a buscar la linterna en la bolsa de la bici y al volver ya no estaba. Busque con mi linterna. La cueva tenia una entrada y una salida que daba al otro lado del camino, también disimulada con matorrales y al salir me faltó poco para despeñarme por el acantilado hasta el mar, pensé que quizás le hubiera pasado eso a mi amigo.
En mi vida pasé tanto miedo, no sabía que hacer y como decírselo a sus padres así que corrí todo lo que pude con la bici hasta mi casa y se lo conté a mi madre, ella avisó a su vez a la madre de Iñigo y a la policía.
Fueron días de intensa búsqueda por tierra y mar. Todos los vecinos se volcaron junto con la policía. Nada se encontró.
Lo que más me dolió, aparte de la desaparición de mi mejor amigo, fue que sus padres nunca me lo perdonaron, me echaron la culpa de todo, incluso su madre me llegó a preguntar que, que es lo que había hecho con el cuerpo de su hijo.
Una dura acusación que me persiguió durante toda mi vida, incluso me lo sigo planteando, por eso estoy aquí, quiero saber, volver al lugar e intentar averiguar que pasó, apenas tengo recuerdos de esa época, tengo muchas lagunas y quiero quedar en paz conmigo mismo y con él."

Bajó por la pendiente hasta llegar al lugar donde todo ocurrió, realmente no contó toda la verdad aquél día, había muchas dudas en su cabeza y no recordaba bien los hechos y a la policía a sus padres no les dijo que aquella tarde había perdido, no solo a su amigo sino también su memoria de lo ocurrido. Se paró ante el agujero, sabía que lo habían tapado la salida hacia el mar a raíz del incidente para que no volviera a suceder. Se adentró en la cueva con la linterna y se sentó. Cerró los ojos e intentó recordar. Al poco rato noto la presencia de su amigo, sentado a su lado.
- Hola Iker.- Le dijo su amigo.- A que has venido.
- Hola Íñigo.- He venido a por respuestas. Que pasó aquel día. Donde estas.
- ¿De verdad que no te acuerdas?- Se subía las gafas de pasta, pesaban tanto que tenía que levantarlas continuamente.
- Fui en busca de la linterna y ya no estabas.
- No es cierto, eso es lo que les contaste a todos, y con el tiempo te lo has llegado a creer, te autoengañas, pero tú y yo sabemos que no es cierto.
- No me acuerdo, de verdad que lo he intentado una y otra vez y cuando llega al momento todo se vuelve confuso, como un sueño que no consigues recordar.
- Cierra los ojos.- Iñigo cerró los suyos para que le imitara.- Ahora relájate y piensa en ese momento en el que te invito a entrar en la cueva. Que ves.
- Nada.
- Relájate más y concéntrate.

« Las imágenes me sucedían con rapidez y no lograba ver nada, de pronto... Le veo, es Iñigo indicándome que pasara, el principio no se veía nada y conforme nuestros ojos se iban acostumbrando a la oscuridad algo se movía en el túnel.
- Que es eso.- Le dije a Iñigo.
- No lo se, creo que hemos entrado en la guarida de un animal.- Se atrevió a susurrarme con miedo a que nos oyera, como si no se hubiera dado cuenta ya de nuestra presencia.
De pronto los ojos del animal se iluminaron como los faros de un coche y emitió un sonido extraño y eche a correr.»

- ¿Fue eso lo que pasó? Entonces no fue culpa mía. Todos estos años imaginando cosas terribles que te había hecho y fue un animal.
- Cierra los ojos Iker, no te centres solo en lo que a tu mente le interesa, vuelve a recordar.

« Sus ojos se movían más deprisa como en un sueño en fase REM y volvió a retroceder, lo que fuera eso nos miró y empujé a Iñigo poniéndolo entre eso y yo, puse mis pies sobre su espalda y salí de la cueva dejándole atrás. Iñigo me pedía ayuda para salir de la cueva, pero yo tenía demasiado miedo y le dejé solo.»

- Lo siento, de verdad, era un niño y el miedo pudo conmigo. Lo siento de verdad, si pudiera hacer algo.- Lloriqueaba Iker. Ahora la cara de su amigo sangraba y le faltaban las gafas.
- Si, puedes hacer algo, decirles a mis padres donde estoy.
- No lo se, yo volví aquí y te busque con mi linterna, como es posible.
- No hemos acabado Iker, aun no, tienes más cosas que recordar. Volviste si, pero algo pasó. Cierra tus ojos y recuerda.

« Corrió hasta la bici, se montó en ella y al regresar vio a Iñigo ensangrentado, pero vivo, había conseguido salir, pero se desangraba y le gritaba.
- ¡Vuelve! ¡No me dejes aquí! ¡Eres un cobarde! ¡Se lo contaré a todo el mundo!»

- No digas eso, no digas eso. Yo no soy ningún cobarde, era un niño y tenía miedo, estaba asustado.
- RECUERDA.

« Fue hacia él tembloroso y llorando, Iñigo moribundo le estiraba la mano, implorándole y sus ojos parecían llamarle "cobarde", "cobarde", una y otra vez. Hizo algo que no esperaba, le golpeó repetidas veces con el pie mientras le gritaba.
- ¡¡¡YO NO SOY NINGÚN COBARDE!!! ¡¿TE ENTERAS?!
Ya no se enteraba, había muerto.»

- ¿Yo hice eso?- Miró al fantasma de Iñigo y ya en nada se parecía a él, tan solo una grotesca calavera le miraba y le hablaba.
- Tan solo te queda recordar donde estoy.- La calavera comenzó a descomponerse en pedazos y una cortina de agua le cubría.
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- Teniente hay un tal Iker que quiere hablar con usted, es sobre alguien que se perdió hace años en el monte.
- Y eso fue todo, teniente.- Le terminó de explicar Iker.

- Nunca se nos ocurrió mirar dentro del salto de agua, todos nos centramos en el mar porque tú nos lo hiciste creer ¿Como lo llevaste hasta allí? No eras más que un niño.
- Eso es algo que tengo que ”Recordar", y me temo que será así una y otra vez el resto de mi vida.

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