Alma de marinero
El tiempo fluye despacio con el mar en calma, este mar mío, mi amado mar, que parece estar siempre cabreado, mi Cantábrico.
La quietud del puerto, el silencio de la mañana tan sólo roto por las gaviotas y el sonido de las olas al romper contra el espigón, me relajan y calma mi espíritu. Yo, que nací junto al mar, no concibo mi vida sin su presencia.
Los barcos van llegando a puerto con sus bodegas llenas algunos, otros no tanto. Cuando llegué a este lugar creí que acabaría en él mis días, su mar en calma, su gente trabajadora y afable me enamoraron. Nunca imaginé que esta mar fuera tan traicionera.
« El patrón del "Carmen - II", era un tipo que no es que fuera callado no, es que directamente no hablaba jamás con nadie, tan sólo lo justo sobre el trabajo y en el trabajo. Un tipo delgado, pero muy nervioso y exigía a su tripulación lo mismo que él daba, o sea, todo. Ponía su alma al trabajo. Su única familia, que nosotros supiéramos, era el barco y su amante la mar. Cuando llegábamos a puerto, mientras la tripulación se divertía un rato, él se iba, no sabemos adónde, lo único que sabíamos que era un tipo generoso, pagaba la primera ronda, le daba el dinero al cocinero, que era del único que se fiaba.
- ¡Roberto! - Le gritó Sebastián. - Venga, por un vez ven a tomar un vino con nosotros, es mi cumpleaños. - Roberto se limitó a negar con el dedo mientras se alejaba con la cabeza gacha.
"Sebastián era el mayor de todos y el más veterano en la mar. Hacía ya tiempo que había pasado la edad de jubilarse, pero ahora le obligaban a hacerlo y había decidido trabajar hasta final de mes para luego retirarse y eso era una semana más de trabajo.
Al cumplir 18 años Sebastián se quedó huérfano, sus padres, hacían un viaje por su aniversario de boda y un fatídico accidente acabó con sus vidas. Su padre se durmió al volante del coche, no despertaría más. Se tuvo que hacer cargo de dos hermanos menores que él, desde el primer día que murieran no había dejado de trabajar nunca, no conocía lo que eran las vacaciones y ahora se planteaba que iba a hacer sin trabajar, era ya muy mayor para seguir en la mar, él decía que lo que no había conseguido la mar en toda su vida, lo haría la jubilación en muy poco tiempo."
- ¡Venga hombre, que hoy celebramos mi despedida! - Roberto se paró y por primera vez decidió venir con nosotros, nadie se lo podía creer. - Así me gusta.
- Porque eres tú, grabaros bien esto, será la última vez que lo haga. - Sebastián se colocó detrás suyo y burlonamente puso la mano en la frente a modo de saludo militar y todos nos reímos, todos menos Roberto.
Fuimos bebiendo y cerrando bar tras bar, Roberto bebía como si se fuera a terminar el alcohol, pero no vi en el ningún signo de borrachera.
(Sólo recuerdo a una persona que bebiese tanto como él, mi padre. Mi padre cerraba los bares los fines de semana, desde el viernes que salía del trabajo, hasta el domingo a la tarde y entre semana lo hacía en casa).
Tan sólo se sinceró conmigo cuando le agarré del hombro y le pregunté el por qué del nombre del barco, Qué había pasado con ”Carmen - I". Me miró y en su mirada intuí dolor y tristeza.
- Recuerda esto a amigo. - Me agarró del hombro con la mano y puso sus labios pegados a mi oreja. - Nunca subestimes a la mar, es una buena amante, pero te traicionará cuando menos te lo esperes. - Sus palabras resbalaban de la boca, claro síntoma de que el alcohol le empezaba a hacer efecto.
" ¡Ay! Amigo, hubo una vez en el que yo era el mejor amigo de mi tripulación y mi familia me amaba, en ese tiempo me hacía querer, cenas con los marineros, juergas y lo que hiciera falta, llegaron a ser como mis hermanos, me acuerdo de cada uno de ellos. Juan Más, un tipo muy cómico que nos hacía reír aunque no tuviéramos ganas. Elías casanova, la persona más trabajadora que he conocido nunca. Jon Aguirrezabala, un tipo al que la vida no le había tratado muy bien, pero a pesar de eso nunca le oí quejarse y siempre te regalaba una sonrisa y Alan prieto, el mejor cocinero que ha surcado los mares, te lo digo yo.
Era una noche en calma, las estrellas nos guiaban como en los viejos tiempos y la pesca había sido fabulosa, así que decidí darles un descanso, echamos anclas y paramos a descansar,. Una buena cena y un poco de bebida no nos haría ningún mal. Bajamos todos y ese fue mi segundo error. No se cuanto tiempo transcurrió, ni exactamente qué ocurrió. De pronto el barco fue zarandeado como si se tratase de una nuez en un río, cuando quisimos darnos cuenta ya era demasiado tarde y nos dimos la vuelta, una gran ola nos arrastró hasta las rocas, que no se de dónde salieron. Vi a Jon estirar la mano para que le ayudara y esa es una de las imágenes que se me han quedado gravadas en la retina, ver cómo se hundía y no poder hacer nada y agarrar a Alan de la solapa, sacarlo para ver que ya todo era inútil. Estuve atrapado en las rocas toda la noche, hasta que vinieron a rescatarme. Perdí a todos, incluso a mi familia, después de eso me dediqué a beber en exceso. Por esa razón ya no intimo con nadie, no hablo con la tripulación y así no les cojo cariño."
Era la primera vez que le oía más de dos palabras seguidas. Debió ser muy duro para él y el trauma que le creó le continuaba condicionando la vida.
Cuando quisimos darnos cuenta los demás compañeros estaban alrededor nuestro escuchando.
- ¿A vosotros no os a dicho vuestra madre que es de mala educación escuchar las conversaciones ajenas?- Dijo con voz grave a todos.
- Tranquilo.- Aurelio se agarró del hombro de Roberto con claros síntomas de embriaguez.- Tío, no te preocupes nosotros, no vamos a morir en la mar, puedes ser mi amigo. - Levantó el vaso de vino como queriendo hacer brindis con ellos.
- ¿Amigo de un borracho como tú? Ni lo sueñes, antes me meto fraile. Aparta ese brazo si no quieres que te lo corte. No te vayas a pensar que me gustan los tíos.- Apartó de un golpe el brazo de Aurelio, los dos se quedaron mirando como echándose un reto y de pronto estallaron en una carcajada.- Jajaja, jajaja... - No podían dejar de reírse y era tan contagiosa y los efectos de la bebida ya no se podían camuflar y los seis reímos con ganas.
La noche continuó entre risas y alcohol, hasta las cinco de la mañana, y más hubiese durado, sino llega a ser por Néstor, el cocinero, que fue el primero en decir que se marchaba, que su mujer estaría preocupada.
- Ya sabéis, lo siento, ya le queda poco y se pone nerviosa.
- No te preocupes. - Le dije.- Todos sabemos quien manda. Jajaja.
Todos me acompañaron en la gracia, hasta Néstor.
- En eso tienes razón Iban.
"Néstor era un buen cocinero y una buena persona, su mujer Íngrid, estaba embarazada de siete meses y a Néstor le preocupaba porque ya habían perdido otro bebe anteriormente.
Los padres de Néstor querían que fuera abogado como su padre, o médico como su hermano, pero a él le gustaba la cocina y dejó los estudios de ingeniería para aprender a cocinar, su gran pasión, y la mar; con este trabajo tenía sus dos amantes.
Al cumplir los 21 les dijo a sus padres que se había apuntado a un curso de cocina. Su padre entró en cólera y le dijo, que si dejaba los estudios para meterse cocinilla que se olvidase de recibir un solo duro para vivir, que se buscase la vida, y así lo hizo, comenzó como lavaplatos en un restaurante de mala muerte y un verano se marchó para San Sebastián. Allí comenzó a trabajar como ayudante de cocina de Berasategi, poco después tendría que volver, su padre estaba enfermo, un cáncer lo mataría poco después.
Después conocería a la que hoy es su mujer y alguien le contó que estaban buscando a alguien que supiera pescar y cocinar y le gustase la mar. A su mujer no le hacía demasiada gracia que fuera marinero, pero respetaba que a él sí le gustara."
- Tú te lo pierdes Néstor.- Gesticulaba Pedro apoyado contra el cristal de un escaparate de una librería.- Vamos a seguir la juerga muchachos.
- Ni lo sueñes Pedro.- Dije mientras me doblaba Apoyándome con las manos en las piernas.- Ya no puedo más, seguid vosotros si queréis, me voy a la cama.
- Y yo. Y yo.- Dijeron Aurelio, Roberto y Sebastián.
- Pues seguiré yo solo.- Gesticuló dando un manotazo en el aire.
"Pedro siempre había sido marinero, él decía que cuando nació el médico le dijo a su madre:
- Ha tenido un marinero.
Ya con 16 años se enroló en un bacaladero y desde entonces nunca ha dejado la mar. El dicho de que los marineros tienen un amor en cada puerto, lo hicieron pensando en él.
Para Pedro cualquier cosa era motivo de celebración y no le hacía falta nadie para beber. Cada vez que pisábamos puerto visitaba algún burdel de la zona, pero lo cierto era que jamás llegaba tarde al trabajo, es más, era el primero en pisar el barco y nunca le vi borracho mientras trabajaba, eso sí, que nadie le hablara antes de la hora del almuerzo. El día que le conocí, se me ocurrió darle una palmadita en el hombro, y acabé con mis huesos en cubierta y a punto estuvo de patearme, sino llega a ser por mis compañeros. Me pidió perdón, pero no se me ocurrió volver a molestarle, ni siquiera hablarle hasta que él lo hiciera primero, todo hay que decirlo, y es que después de ese incidente nos hicimos buenos amigos."
Una semana después, el último día de trabajo de Sebastián, tuvimos que terminar antes de tiempo de faenar, el día no había sido muy bueno y una tormenta se acercaba. Néstor, había preparado una comida especial para despedirnos de Sebastián. Roberto mandó bajar a todos menos a Sebastián, intentando que no se enterara y hacerle una fiesta sorpresa.
- Venga Iban, vete a buscar a Sebastián, pero intenta que no se te note.- Me dijo Roberto, desde el cumpleaños de Sebastián había cambiado y ahora estaba más comunicativo.
La sorpresa fue para nosotros, Sebastián no estába en cubierta. De pronto, me di cuenta de lo que había hecho, intentaba suicidarse, no quería vivir sin la mar, corrí hacía el comedor y di las voz de alarma.
- No, por dios.- Se lamentaba Roberto.- No permitiré que ocurra otra vez, en mi barco no.
Viró el barco 360° y fuimos en su busca, pero el Cantábrico ese día no estaba precisamente como un plato y nos íbamos acercando a la tormenta en vez de huir de ella, las olas nos golpeaba por estribor y el barco amenazaba con volcar. Muy a nuestro pesar, y el de Roberto, otro golpe que acabaría por hundirle, no pudimos hacer nada y decidió regresar a tierra.
Durante los siguientes días se buscó su cuerpo, pero no apareció.
Nuestro único consuelo fue pensar que ese había sido su deseo y que acabo sus días en la mar donde nació.
Yo ya no podía seguir en ese barco, eran muchos los recuerdos y la mar para mí es mi vida, necesito estar cerca de ella, pero no quería acabar mi vida en ella.»
Ya no había " Carmen-II" ni "Carmen -III", la vida sigue y llega sabia nueva, pero la mar continúa siendo una mala amante a la que nunca hay que darle las espalda, no te puedes fiar de ella y cuando caes en sus redes es muy difícil escapar, para muchos imposible. Y eso le había pasado a Néstor.
- ¿Néstor? No has cambiado nada.
- ¡¿Iban?! Por dios, cuanto tiempo amigo.- Nos saludamos con un largo abrazo.- Me alegro de verte amigo, cómo te ha ido.
- Bueno, supongo que bien, y a ti veo que te ha tratado bien la vida. La última vez que te vi ibas a tener un bebe.
- Jajaja, si amigo, ya está grande, por desgracia mi mujer no pudo tener más hijos, pero Sebastián ya nos ha hecho abuelo.
- ¿Sebastián?
- Sí, le puse así en memoria de nuestro compañero.
- Eso es un bonito detalle por tu parte.
- Espérame, me cambio y te vienes por casa.
No le esperé, me marché de ese pueblo, no podía seguir ahí, los recuerdos me golpeaban una y otra vez como las polillas contra una farola.
La quietud del puerto, el silencio de la mañana tan sólo roto por las gaviotas y el sonido de las olas al romper contra el espigón, me relajan y calma mi espíritu. Yo, que nací junto al mar, no concibo mi vida sin su presencia.
Los barcos van llegando a puerto con sus bodegas llenas algunos, otros no tanto. Cuando llegué a este lugar creí que acabaría en él mis días, su mar en calma, su gente trabajadora y afable me enamoraron. Nunca imaginé que esta mar fuera tan traicionera.
« El patrón del "Carmen - II", era un tipo que no es que fuera callado no, es que directamente no hablaba jamás con nadie, tan sólo lo justo sobre el trabajo y en el trabajo. Un tipo delgado, pero muy nervioso y exigía a su tripulación lo mismo que él daba, o sea, todo. Ponía su alma al trabajo. Su única familia, que nosotros supiéramos, era el barco y su amante la mar. Cuando llegábamos a puerto, mientras la tripulación se divertía un rato, él se iba, no sabemos adónde, lo único que sabíamos que era un tipo generoso, pagaba la primera ronda, le daba el dinero al cocinero, que era del único que se fiaba.
- ¡Roberto! - Le gritó Sebastián. - Venga, por un vez ven a tomar un vino con nosotros, es mi cumpleaños. - Roberto se limitó a negar con el dedo mientras se alejaba con la cabeza gacha.
"Sebastián era el mayor de todos y el más veterano en la mar. Hacía ya tiempo que había pasado la edad de jubilarse, pero ahora le obligaban a hacerlo y había decidido trabajar hasta final de mes para luego retirarse y eso era una semana más de trabajo.
Al cumplir 18 años Sebastián se quedó huérfano, sus padres, hacían un viaje por su aniversario de boda y un fatídico accidente acabó con sus vidas. Su padre se durmió al volante del coche, no despertaría más. Se tuvo que hacer cargo de dos hermanos menores que él, desde el primer día que murieran no había dejado de trabajar nunca, no conocía lo que eran las vacaciones y ahora se planteaba que iba a hacer sin trabajar, era ya muy mayor para seguir en la mar, él decía que lo que no había conseguido la mar en toda su vida, lo haría la jubilación en muy poco tiempo."
- ¡Venga hombre, que hoy celebramos mi despedida! - Roberto se paró y por primera vez decidió venir con nosotros, nadie se lo podía creer. - Así me gusta.
- Porque eres tú, grabaros bien esto, será la última vez que lo haga. - Sebastián se colocó detrás suyo y burlonamente puso la mano en la frente a modo de saludo militar y todos nos reímos, todos menos Roberto.
Fuimos bebiendo y cerrando bar tras bar, Roberto bebía como si se fuera a terminar el alcohol, pero no vi en el ningún signo de borrachera.
(Sólo recuerdo a una persona que bebiese tanto como él, mi padre. Mi padre cerraba los bares los fines de semana, desde el viernes que salía del trabajo, hasta el domingo a la tarde y entre semana lo hacía en casa).
Tan sólo se sinceró conmigo cuando le agarré del hombro y le pregunté el por qué del nombre del barco, Qué había pasado con ”Carmen - I". Me miró y en su mirada intuí dolor y tristeza.
- Recuerda esto a amigo. - Me agarró del hombro con la mano y puso sus labios pegados a mi oreja. - Nunca subestimes a la mar, es una buena amante, pero te traicionará cuando menos te lo esperes. - Sus palabras resbalaban de la boca, claro síntoma de que el alcohol le empezaba a hacer efecto.
" ¡Ay! Amigo, hubo una vez en el que yo era el mejor amigo de mi tripulación y mi familia me amaba, en ese tiempo me hacía querer, cenas con los marineros, juergas y lo que hiciera falta, llegaron a ser como mis hermanos, me acuerdo de cada uno de ellos. Juan Más, un tipo muy cómico que nos hacía reír aunque no tuviéramos ganas. Elías casanova, la persona más trabajadora que he conocido nunca. Jon Aguirrezabala, un tipo al que la vida no le había tratado muy bien, pero a pesar de eso nunca le oí quejarse y siempre te regalaba una sonrisa y Alan prieto, el mejor cocinero que ha surcado los mares, te lo digo yo.
Era una noche en calma, las estrellas nos guiaban como en los viejos tiempos y la pesca había sido fabulosa, así que decidí darles un descanso, echamos anclas y paramos a descansar,. Una buena cena y un poco de bebida no nos haría ningún mal. Bajamos todos y ese fue mi segundo error. No se cuanto tiempo transcurrió, ni exactamente qué ocurrió. De pronto el barco fue zarandeado como si se tratase de una nuez en un río, cuando quisimos darnos cuenta ya era demasiado tarde y nos dimos la vuelta, una gran ola nos arrastró hasta las rocas, que no se de dónde salieron. Vi a Jon estirar la mano para que le ayudara y esa es una de las imágenes que se me han quedado gravadas en la retina, ver cómo se hundía y no poder hacer nada y agarrar a Alan de la solapa, sacarlo para ver que ya todo era inútil. Estuve atrapado en las rocas toda la noche, hasta que vinieron a rescatarme. Perdí a todos, incluso a mi familia, después de eso me dediqué a beber en exceso. Por esa razón ya no intimo con nadie, no hablo con la tripulación y así no les cojo cariño."
Era la primera vez que le oía más de dos palabras seguidas. Debió ser muy duro para él y el trauma que le creó le continuaba condicionando la vida.
Cuando quisimos darnos cuenta los demás compañeros estaban alrededor nuestro escuchando.
- ¿A vosotros no os a dicho vuestra madre que es de mala educación escuchar las conversaciones ajenas?- Dijo con voz grave a todos.
- Tranquilo.- Aurelio se agarró del hombro de Roberto con claros síntomas de embriaguez.- Tío, no te preocupes nosotros, no vamos a morir en la mar, puedes ser mi amigo. - Levantó el vaso de vino como queriendo hacer brindis con ellos.
- ¿Amigo de un borracho como tú? Ni lo sueñes, antes me meto fraile. Aparta ese brazo si no quieres que te lo corte. No te vayas a pensar que me gustan los tíos.- Apartó de un golpe el brazo de Aurelio, los dos se quedaron mirando como echándose un reto y de pronto estallaron en una carcajada.- Jajaja, jajaja... - No podían dejar de reírse y era tan contagiosa y los efectos de la bebida ya no se podían camuflar y los seis reímos con ganas.
La noche continuó entre risas y alcohol, hasta las cinco de la mañana, y más hubiese durado, sino llega a ser por Néstor, el cocinero, que fue el primero en decir que se marchaba, que su mujer estaría preocupada.
- Ya sabéis, lo siento, ya le queda poco y se pone nerviosa.
- No te preocupes. - Le dije.- Todos sabemos quien manda. Jajaja.
Todos me acompañaron en la gracia, hasta Néstor.
- En eso tienes razón Iban.
"Néstor era un buen cocinero y una buena persona, su mujer Íngrid, estaba embarazada de siete meses y a Néstor le preocupaba porque ya habían perdido otro bebe anteriormente.
Los padres de Néstor querían que fuera abogado como su padre, o médico como su hermano, pero a él le gustaba la cocina y dejó los estudios de ingeniería para aprender a cocinar, su gran pasión, y la mar; con este trabajo tenía sus dos amantes.
Al cumplir los 21 les dijo a sus padres que se había apuntado a un curso de cocina. Su padre entró en cólera y le dijo, que si dejaba los estudios para meterse cocinilla que se olvidase de recibir un solo duro para vivir, que se buscase la vida, y así lo hizo, comenzó como lavaplatos en un restaurante de mala muerte y un verano se marchó para San Sebastián. Allí comenzó a trabajar como ayudante de cocina de Berasategi, poco después tendría que volver, su padre estaba enfermo, un cáncer lo mataría poco después.
Después conocería a la que hoy es su mujer y alguien le contó que estaban buscando a alguien que supiera pescar y cocinar y le gustase la mar. A su mujer no le hacía demasiada gracia que fuera marinero, pero respetaba que a él sí le gustara."
- Tú te lo pierdes Néstor.- Gesticulaba Pedro apoyado contra el cristal de un escaparate de una librería.- Vamos a seguir la juerga muchachos.
- Ni lo sueñes Pedro.- Dije mientras me doblaba Apoyándome con las manos en las piernas.- Ya no puedo más, seguid vosotros si queréis, me voy a la cama.
- Y yo. Y yo.- Dijeron Aurelio, Roberto y Sebastián.
- Pues seguiré yo solo.- Gesticuló dando un manotazo en el aire.
"Pedro siempre había sido marinero, él decía que cuando nació el médico le dijo a su madre:
- Ha tenido un marinero.
Ya con 16 años se enroló en un bacaladero y desde entonces nunca ha dejado la mar. El dicho de que los marineros tienen un amor en cada puerto, lo hicieron pensando en él.
Para Pedro cualquier cosa era motivo de celebración y no le hacía falta nadie para beber. Cada vez que pisábamos puerto visitaba algún burdel de la zona, pero lo cierto era que jamás llegaba tarde al trabajo, es más, era el primero en pisar el barco y nunca le vi borracho mientras trabajaba, eso sí, que nadie le hablara antes de la hora del almuerzo. El día que le conocí, se me ocurrió darle una palmadita en el hombro, y acabé con mis huesos en cubierta y a punto estuvo de patearme, sino llega a ser por mis compañeros. Me pidió perdón, pero no se me ocurrió volver a molestarle, ni siquiera hablarle hasta que él lo hiciera primero, todo hay que decirlo, y es que después de ese incidente nos hicimos buenos amigos."
Una semana después, el último día de trabajo de Sebastián, tuvimos que terminar antes de tiempo de faenar, el día no había sido muy bueno y una tormenta se acercaba. Néstor, había preparado una comida especial para despedirnos de Sebastián. Roberto mandó bajar a todos menos a Sebastián, intentando que no se enterara y hacerle una fiesta sorpresa.
- Venga Iban, vete a buscar a Sebastián, pero intenta que no se te note.- Me dijo Roberto, desde el cumpleaños de Sebastián había cambiado y ahora estaba más comunicativo.
La sorpresa fue para nosotros, Sebastián no estába en cubierta. De pronto, me di cuenta de lo que había hecho, intentaba suicidarse, no quería vivir sin la mar, corrí hacía el comedor y di las voz de alarma.
- No, por dios.- Se lamentaba Roberto.- No permitiré que ocurra otra vez, en mi barco no.
Viró el barco 360° y fuimos en su busca, pero el Cantábrico ese día no estaba precisamente como un plato y nos íbamos acercando a la tormenta en vez de huir de ella, las olas nos golpeaba por estribor y el barco amenazaba con volcar. Muy a nuestro pesar, y el de Roberto, otro golpe que acabaría por hundirle, no pudimos hacer nada y decidió regresar a tierra.
Durante los siguientes días se buscó su cuerpo, pero no apareció.
Nuestro único consuelo fue pensar que ese había sido su deseo y que acabo sus días en la mar donde nació.
Yo ya no podía seguir en ese barco, eran muchos los recuerdos y la mar para mí es mi vida, necesito estar cerca de ella, pero no quería acabar mi vida en ella.»
Ya no había " Carmen-II" ni "Carmen -III", la vida sigue y llega sabia nueva, pero la mar continúa siendo una mala amante a la que nunca hay que darle las espalda, no te puedes fiar de ella y cuando caes en sus redes es muy difícil escapar, para muchos imposible. Y eso le había pasado a Néstor.
- ¿Néstor? No has cambiado nada.
- ¡¿Iban?! Por dios, cuanto tiempo amigo.- Nos saludamos con un largo abrazo.- Me alegro de verte amigo, cómo te ha ido.
- Bueno, supongo que bien, y a ti veo que te ha tratado bien la vida. La última vez que te vi ibas a tener un bebe.
- Jajaja, si amigo, ya está grande, por desgracia mi mujer no pudo tener más hijos, pero Sebastián ya nos ha hecho abuelo.
- ¿Sebastián?
- Sí, le puse así en memoria de nuestro compañero.
- Eso es un bonito detalle por tu parte.
- Espérame, me cambio y te vienes por casa.
No le esperé, me marché de ese pueblo, no podía seguir ahí, los recuerdos me golpeaban una y otra vez como las polillas contra una farola.
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