Okupas





Pamplona. Ahí no trabajé, estuve viviendo en unos pabellones ocupados con un grupo de gente que reivindicaban muchas cosas, pero que lo único en que pensaban era en no trabajar, y vender y fumar marihuana. No creía que encontrase a nadie, tan solo ver que había sido de los pabellones.
Unos grandes almacenes estaban en su lugar, habían despejado todo alrededor y ya no se parecía en nada al lugar donde pasé un tiempo, fumando hierba y haciendo el amor sin nada más de que preocuparme.
Lo cierto era que quizá fuera una de las épocas más sencillas, pero a la vez más felices de mi vida.
« "Neth. Así la llamábamos, era una muchacha delgada, llevaba tatuados los brazos, piernas y pecho, un montón de piercings y una cinta roja en la cabeza recogiendo el pelo. Se dedicaba a hacer malabares en el metro.
Su padre, un rico adinerado Turco, le había pagado los estudios de arquitectura en España, cuando al poco tiempo de llegar conoció a una chica que le instruyó en la noche española y en los placeres del sexo y el hachís, con ella comenzó una relación que duró lo que duró el dinero de su padre, cuando se enteró para que servía vinieron a llevársela. Neth se negó y ahí se terminó su relación con su padre y su novia, pero para entonces ya era tarde. Neth que había vivido bajo sus años de adolescencia pegada a las faldas de papá y mamá, que apenas sí había salido. No conocía la calle, ni la vida nocturna y mucho menos el alcohol y las drogas, se vio de pronto en un mundo de fantasía y libertad del que no quería desprenderse. Poco después caería en un pozo; las drogas la llevaron al submundo, cayó en picado, pronto se vería pidiendo en el metro y de ahí pasó a menudeo para pagarse sus propias dosis y de ahí a la prostitución, hasta que conoció a Alan, a él le debía, y nunca dejaría de agradecérselo, salir de los infiernos: pasó el mono con él, estuvo día y noche junto a ella y no la dejó ni para ir a mear.
La conocí una semana después de llegar a la ciudad, cuando me disponía a dormir en un cajero, unos tipos me pegaron una paliza y me robaron todo cuanto poseía, que no era mucho. Mi cara de hambre le dio lastima, me ofreció un lugar donde cobijarme, comer algo y dormir; Acepté, cómo iba a negarme si no tenía dónde caerme muerto.
Me llevó hasta, los pabellones, una antigua licorería en la que todavía se podía leer en su fachada  "MARIE BRIZARD", no parecía muy segura, las paredes daban la impresión de que se vendrían abajo en cualquier momento, lo único que pedía era que no me pillara dentro. Su fachada estaba recubierta de cientos de ventanas de la que no creo que quedara ninguna sin romper. Un candado hacía la vez de cerradura para una puerta que era más fácil tirarla de una patada que molestarse en romper el candado. Subimos hasta el segundo piso, de los tres que tenía, en el se juntaba una decena de chicos y chicas. El lugar estaba bastante limpio, más de lo que en un principio creía.
Alan era un tipo bastante rudo con madera de político; ambos se encargaban de la organización.
Era bastante peculiar, muy inteligente, pero con pocas ganas de trabajar, con una notas fabulosas en la selectividad; creyeron que sería un magnífico estudiante y aún mejor político, por entonces ya apuntaba maneras y tenía un gran carisma. Se ganó a estudiantes y profesores, pero sus estudios cayeron y con ellos él. Se hundió en las fiestas y en las noches de alcohol, drogas y sexo.
Todo terminó para él cuando se vio en la calle y un día despertó en los calabozos. Su padre dejó de pagarle la universidad y Alan se negó a volver a casa, después de eso dejó los vicios caros y lo único que tomaba eran cervezas y porros de marihuana, tanto Alan como Neth.
Cuando llegamos me presentó a todos los allí presentes, lo primero que me llamó la atención fue la mezcla de olores de marihuana, cerveza y gasolina, esa combinación no me agradaba demasiado, sabía que preparaban algo. Neth se acercó a Alan y le besó efusivamente, supuse que eran pareja, hasta que me desperté esa misma noche con la mano de Neth dentro de mis pantalones, sin preguntar nada hicimos el amor. En un principio temí por mi integridad al haberme acostado con la pareja del macho alfa, pero más tarde averigüé que no era su novia, ni la de él, ni la de nadie, era un espíritu libre, hacía lo que quería, cuando quería y con quien quería, conmigo lo tuvo fácil, fue un amor a primera vista. Con ella aprendí todo lo que se sobre el sexo.
Una vez me fui integrando en el grupo supe que se dedicaban a ayudar a todo aquel que estuviera en la calle, como yo aquel día, y se involucraban en los temas del barrio, en ocasiones demasiado, me tocó correr más de una vez delante de la policía y acabé en un par de ocasiones en los calabozos. Hasta que a Alan se le fue de las manos.
Aquel día lo recuerdo muy bien, Alan nos quería a todos apunto, así le gustaba decir y por eso nos trajo bebidas, que yo no probé, pero si que fumé con Neth, y mi falta de costumbre hizo que mi excitación se disparase, me quiso poner a prueba y nos convocó a todos. En el barrio la gente se iba reuniendo. Una manifestación en contra de una incineradora que se construiría en breve, el barrio revindicaba un parque. Yo no tenía muy claro que a Alan le importase mucho, pero me debía a ellos y los porros hicieron el resto.
- Bueno, ha llegado el momento. ¡¿Todo el mundo tiene claro cual es su misión?! - Gritó alzando los puños a todos los allí congregados. La muchedumbre gritó y algunos gritaron su nombre, lo que le motivó más si cabe.
la gente iba llegando en grupos, vecinos preocupados por el futuro del barrio y de su familia y otros llegados de distintas partes, o bien para ayudar (los pocos), y otros motivados por la llamada de la masa y para revindicar cosas que no venían al caso, pero ansiosos por que hubiera algo de guerra urbana.
- ¡NO A LA INCINERADORA! - Gritó Neth y todos le corearon. Se elevaron los puños y banderas de todo tipo.
Y entonces alguien gritó:
- ¡LA PASMA!
La gente comenzó a correr y Alan me puso en las manos un par de cócteles molotov. Me quedé mirando las botellas sin saber muy bien que debía hacer con ellas. Un coctel procedente de no se donde impactó contra el escudo de un policía. A sus pies se formó un gran llamarada y sus compañeros le ayudaron a apagarlo. Llovieron tres más que estallaron, dos en el suelo a los pies de la policía y el otro en un cajero de un banco. Entonces la policía cargó contra nosotros, con las porras y pelotas de goma. Yo no sabía muy bien que hacer y entonces llegó Neth que me agarró del brazo.
- ¡A que estás esperando, tíralos ya! - En ese momento mi cabeza se despejó y le entregué un cóctel a Neth.
- Tú primero. - Le dije. Me miró, sonrió y salió corriendo y cuando apenas estaba a veinticinco metros de la policía les lanzó el coctel. No le dio tiempo a escapar, un policía que estaba de paisano, entre los okupas, la agarró tirándola al suelo. Corrí hacia ella y salté sobre el agente, mientras arrojaba el coctel contra un policía que se apartó y la botella impactó contra un contenedor que habían volcado.
Neth corrió al verse libre y sobre mí llovieron golpes procedentes de varios agentes, sus defensas de madera impactaron, una y otra vez, contra mi espalda y cabeza, que Protegí con mis manos, noté un fuerte golpe en mi oreja derecha y todo se volvió turbio, los golpes siguieron sólo que yo ya no los sentía. Desperté en el hospital con un policía en la puerta, un sinfín de moretones y la falange del dedo anular de la mano derecha rota.
Cuando salí del hospital, me esperaba un juicio rápido por disturbios, destrozos del mobiliario urbano, agresión a la autoridad y por portar marihuana.
Me cayeron un año y seis meses de prisión que no cumplí por no tener antecedentes, y trabajos sociales, que consistieron en la limpieza de calles y jardines.
A partir de ese día decidí dejar la calle, no era para mí, me despedí de Neth y Alan."»
Llevaba un rato mirando a la nada en dirección a los carteles que anunciaban, " Hoy día sin IVA en electrodomésticos ", cuando un Vigilante de seguridad se me acercó.
- Buenos días señor. - El vigilante me miraba receloso, no se fiaba mucho de un tipo que parecía ido. - ¿Buscaba algo?
- Pues sí, ahora que lo dices quizá me puedas ayudar.
- Dígame.
- Hace ya mucho, viví aquí durante una temporada. Se que será muy difícil, es más será imposible, que sepa algo de ellos. - Miré al vigilante y para mi sorpresa me estaba sonriendo.
- Venga conmigo. - me llevó a la parte trasera donde se amontonaban cajas de basura y los camiones de reparto luchaban por descargar los primeros. - ¿Ve esos contenedores del fondo?  Pues ahí suele estar una pareja, les permito estar ahí, parecen buena gente y son algo mayores para andar por las calles. Cuando todo el mundo se va, les dejo dormir en la entrada a los almacenes de mercancías. Ellos me han contado mil y una aventuras de su juventud, cuando vivían de okupas en los almacenes.
Me acerqué hasta los contenedores y vi a una pareja, se encontraban de espaldas a mí, el hombre le agarraba del hombro a la mujer y se tapaban con una manta, a pesar de que no hacía frío, ellos parecían tenerlo. La mujer sacó un brazo y pude ver por sus tatuajes que era Neth. El corazón me dio un salto.
- ¿Neth? - La llamé. Ambos se giraron y pude ver a un mal envejecido Alan y a una Neth que los años le habían tratado bien físicamente. - Alan, Neth soy yo Iban. - Me miraron extrañados, estaba claro que ya no se acordaban de mí.
- ¿Tienes algo para comer? - Me dijo Alan. - Aquí sólo nos dan cosas caducadas.
- ¿No serás madero verdad? - Insinuó Neth.
- No, yo solo... - Estaba claro que no tenían ni idea de quien era. - Nada, que me he confundido, perdonen.
- ¿No tendrás un cigarrillo? - Me dijo Alan.
- Lo siento, hace mucho que dejé de fumar. - Me despidieron con un gesto de la mano dándome a entender que no querían nada más de mí.
Me alejé sabiendo que a su manera eran felices, se tenían el uno al otro y vivían como siempre habían querido y seguirían siempre juntos hasta que la muerte les llegara.
                                             
                             

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