El viejo y el libro





Tan sólo quedaba él, el bullicio del silencio en una biblioteca puede ser ensordecedor y cuando todo el mundo se marcha quedan ellos, los libros y sus ecos, y, él.
Cada día recorría el laberíntico enjambre de libros buscando algo que le llamase la atención, no sabía qué. Algo en el lomo de un libro que resalte entre todos los demás, y esta noche había sido especial, esta noche fue un flechazo. Allí, en lo más alto de la estantería más lejana un libro le llamaba. Se deslizó hasta él. Se encontraba inclinado sobre el lado derecho. Tocó las tapas. Su tacto era áspero, como los libros de antes. Tapas duras y letras en relieve. Limpió el polvo soplando sobre él y lo abrió al azar. Su olor le impregno y le hizo soñar, ese olor a libro, era intenso. Leyó unas lineas:
Te encontré entre estas montañas, en una sonrisa te vi, en un abrazo nos conocimos, en un café recién hecho amanecimos.
estás en mis sueños, en mi lecho te encuentro, en una ducha fría, en este nuevo día, en el viento y el aroma a tostadas, en mis noches de insomnio y en las mañanas estás.
En cada rincón te encuentro, en cada situación, te siento en mi interior y mi piel recuerda tu olor, mis labios buscan tu sabor y cada beso que me faltó
ahora que me has encontrado, estarás para siempre a mi lado.
No me sueltes, ya eres mio, Amador, has tardado, pero al fin me has encontrado.
- ¿Cómo? Aquí pone mi Nombre, pero, parece escrito para mí.
Nada entendía. El azar hasta ese libro le trajo.
Quizá no fue el azar y las estrellas y las hadas le condujeron sin él sospecharlo. Miró en todas direcciones, por si alguien le observaba, por si alguien se estuviera riendo de él. A menudo lo hacen. La gente se burla de un pobre viejo. Me llaman loco, se ríen a mis espaldas y murmuran.
Bajo su abrigo lo escondió y se propuso salir con él, que no le viesen, pero al pasar por el mostrador el arco comenzó a pitar (Pip... Pip... Pip), decía la máquina chivata (Pip... Pip... Pip), no dejaba de repetir.
- ¿Señor? - Dijo el dependiente -. ¿Podría abrir su abrigo?
- (Pero qué se piensan, quién se creen que son, insultándome de esa manera. ¿Qué les enseñe lo que llevo debajo del abrigo?) - Pensó
- ¡Es mío! - Le dijo.
- Muy bien, señor, pero ¿Me lo puede enseñar para que lo compruebe?
- ¡Mira! - Le gritó -. Aquí pone mi nombre y es un libro dedicado a mí.
- Vaya. Por fin encontró uno con su nombre. Si se pasa la vida buscando al final lo tenía que encontrar. Se acabó, Amador, o cómo se llame, es la última vez que pisa esta biblioteca. La próxima vez llamo a la policía.
- ¡No te lo daré! - Gritó Amador -. Lo he buscado durante años y cuando por fin lo encuentro me lo quieres arrebatar - Amador quiso salir con el libro y forcejeó con el dependiente. Alguien llamó a la policía y tras una breve lucha por el libro, el pobre y viejo corazón de Amador se paró.
El bibliotecario guardó el libro bajo el mostrador y cuando todo el mundo se fue lo cogió para dejarlo en su sitio. Lo abrió al azar y vio el nombre de Amador. Leyó unas cuantas poesías y al dar la vuelta a la última página vio algo que le dejaría mudo durante mucho tiempo.
La foto en blanco y negro de Amador y la escritora. Una foto donde aparecía el viejo que horas antes pretendía llevarse el libro.

   

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