Jaque al rey.
La unidad había atacado en pequeños grupos de combate y todos habían sido reducidos a la nada. Sólo quedaba Esgàire Anndrasdan, o eso creía. Se refugió tras una gran roca desde donde vigilaba al enemigo, no era muy numeroso, pero eran enormes y sus espadas eran tan grandes y pesadas que un hombre de su envergadura no sería capaz de izarla por encima de su cabeza con una sola mano. Estaba asustado. Por primera vez en su vida tenía miedo, si le veían le darían caza sin piedad. Bajó despacio, deslizándose por la duna que le cobijaba, pero un descuido hizo que la arena se moviera más de lo que tenía previsto y eso alertó al enemigo. Corrió, corrió todo lo que daban sus piernas, pero no sabía si eso sería suficiente, el enemigo era numeroso y más alto que él, aunque eran tan pesados que podría tener una pequeña posibilidad. Se enfundó la espada en la espalda y no quiso mirar hacia atrás. Escuchaba sus flechas pasar atravesando el aire cerca de sus oídos, incluso hubiera jurado que a