El despertar.





Desperté, y lo primero que me llamó la atención fueron las flores, flores frescas en la ventana, flores frescas en el jardín y flores frescas en el jarón.
llegaron hasta mí las fragancias ya olvidadas. Con la edad se pierde los sentidos, eso dicen, pero yo los había recuperado de pronto. Era un milagro. Quise decírselo a mis allegados, pero no había nadie en ese momento para poder comunicarle esa gran noticia. De pronto, recordé los nombres de mis hijos y mis nietos, incluso podría decirles el día de su cumpleaños. ¿Cumpleaños? Por dios, hoy era el de mi difunto marido. Hoy, Dani, hubiera cumplido 98, cuatro más que yo.
Hoy es viernes, el día que mi hijo Carlos y Cristina, mi nuera, vienen a visitarme. ¿Qué hora será? Hay un despertador en la mesilla. Las 16:45, queda menos de quince minutos para que lleguen, me llevarán a merendar y luego daremos un paseo por los jardines y si el tiempo se lo permite saldremos al parque a dar una larga vuelta. Estoy deseando darles esa buena noticia.
No puedo alargar el brazo y acariciar esa flores tan bonitas que alguien me ha traído. ¿Quién habrá sido? Seguro que Maribel. Ella es tan detallista.
Que bonito día hace. El sol alumbra hoy más que nunca, pero…, ahí llegan, ya viene la enfermera. verás que sorpresa se llevan, me haré la dormida, verás qué sorpresa.
—Ha sido esta noche. No nos lo esperábamos.
—Ya no nos conocía, así que al menos, se ha ido sin sufrir.

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