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Mostrando entradas de junio, 2021

La trinchera.

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Llega tarde. Escuchaba como pasaban los misiles por encima de mi cabeza, era el silbido de la muerte, así lo llamaban, y las balas cada vez se iban acercando más. Esperaba una señal que indicara el final, que todo había acabado, fuera buena o mala, pero que terminara. Había decidido seguir en pie, mientras esperaba, llegaba ya tarde, y pensaba que quizá esa idea no había sido ta buena. Me levanté despacio, sin prisa, ya nada tenía mucho sentido. Llegaba tarde, sólo tenía que aguantar hasta que el sol acogiera a los hombres tras la trinchera. Ya legaba tarde. La lluvia de proyectiles se intensificaba y el enemigo se acercaba. Enemigo, que palabra, quién es el enemigo, ya no reconozco a los amigos y los que intentan acabar con nuestra vida están tan asustados como nosotros. Ahora oigo un sonido diferente y sus sombras nos cubren, son aviones que parecen buitres buscando algo con lo que alimentarse, pero tan solo encontrarán almas desnudas y hombres asustados. Llega tarde. Aho

La gota.

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¿Dónde se encontraba? Sí, lo sabía, hacía mucho tiempo que no iba por su casa, desde…, ya no se acordaba.  —Soy un viejo que ya no sirve ni para recordar (¡ploc!). »Está todo tal y como lo recuerdo la vieja mecedora de madera donde me encuentro; la construyó mi padre, yo le ayudé, cuando apenas tenía 9 años (¡ploc!).  »El porche de madera me impide ver bien el antiguo roble frente a la casa; sí, cuántos recuerdos del columpio hecho con el neumático de la camioneta. Ahí está, balanceándose con el viento (¡ploc!). »Pero… ¿qué es ese maldito ruido? ¿Una gotera? Ahí arriba no hay nada. Quizá sea agua acumulada en el tejado. Puede que se haya atascado el desagüe. Tendré que subir a mirar, pero yo estoy muy mayor para subir (¡ploc!). Tendré que llamar a alguien para que lo repare. Una oruga subía lentamente por la columna mientras él la observaba; la araña esperaba paciente escondida tras un hueco entre los listones del techo (¡ploc!). Giró su cuello y al hacerlo noto una terribl

La dama del sombrero negro.

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Caminaba sin prisa dejándose mojar por la fría y fina lluvia. La gente escapaba corriendo por el inesperado aguacero, mas ella lo estaba esperando. Cada gota parecía llevar hasta ella un recuerdo varado en ese pasado del que huimos una y otra vez, pero la Dama del oscuro sombrero ya no escapaba, se enfrentaba a ellos. Qué solitaria es la noche cuando el guerrero se siente solo, cuando todo y todos fallan, y solo él y su arma se enfrentan a la duda, así se sentía la Dama del sombrero negro. Ya no volvería a dormir sobre esa cama, ya no regresaría para colocar su cabeza sobre la almohada, para no recordar, para no olvidar. Ahora se perdía entre la penumbra, esperando… ¿Esperando qué? Se preguntaban los que por allí pasaban. Ella llora en su rincón, donde las únicas que se atreven a mirarla son las ánimas que va dejando. Ya no espera a que un nuevo día llegue y tras las sombras de la pared una lágrima recorre su tez, cada vez más pálida, cada vez más triste y más apagada. Un c

El gigante Saúl.

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... El combate sería a muerte. Nunca una mujer se había atrevido a retar al gigante Saúl y los hombres que habían osado hacerlo habían perecido a los pocos segundos, ni siquiera habían pasado del primer raund. Saúl se acercó, con una forzada sonrisa, a Deva. —¡Mujer! —Se dirigió a ella de manera burlona—. Dejaré que elijas el lugar. Deva sin despegar su mirada de la del gigante, no quería que viera la sombra de la duda en sus ojos, se enfrento a él decidida. —Bien. Será en el campo tras el castro, donde la hierba crece alta, pero será un espacio delimitado, hombres y mujeres harán un corro y ninguno de los dos podrá salir de él. ¿Aceptas? —Deva extendió su mano para firmar el contrato. El gigante la miró al principio desconcertado, luego su boca se abrió enseñando los escasos dientes que le quedaban y mirando a sus hombres echó una estruendosa carcajada, a lo que sus guerreros correspondieron con otra igual, estrecharon sus manos y sellaron el trato —Si yo gano tus hombres