La gota.




¿Dónde se encontraba? Sí, lo sabía, hacía mucho tiempo que no iba por su casa, desde…, ya no se acordaba. 
—Soy un viejo que ya no sirve ni para recordar (¡ploc!).
»Está todo tal y como lo recuerdo la vieja mecedora de madera donde me encuentro; la construyó mi padre, yo le ayudé, cuando apenas tenía 9 años (¡ploc!). 
»El porche de madera me impide ver bien el antiguo roble frente a la casa; sí, cuántos recuerdos del columpio hecho con el neumático de la camioneta. Ahí está, balanceándose con el viento (¡ploc!).
»Pero… ¿qué es ese maldito ruido? ¿Una gotera? Ahí arriba no hay nada. Quizá sea agua acumulada en el tejado. Puede que se haya atascado el desagüe. Tendré que subir a mirar, pero yo estoy muy mayor para subir (¡ploc!). Tendré que llamar a alguien para que lo repare.
Una oruga subía lentamente por la columna mientras él la observaba; la araña esperaba paciente escondida tras un hueco entre los listones del techo (¡ploc!). Giró su cuello y al hacerlo noto una terrible punzada en las cervicales, la edad no perdonaba, echó una maldición, pero pudo ver caer la gota sobre la barandilla (¡ploc!). Vio también una grieta que se abría en el techo, pero no era una grieta normal, era algo que se extendía como la telaraña que en esos momentos enredaba a la oruga. (¡Ploc!).
»¡Malditas termitas! Están acabando con todo el pueblo, ya lo decía mi padre, si no se hace algo se comerán todo el maldito planeta. (¡Ploc!).
Ya no recordaba cómo había llegado hasta allí; hacía mucho tiempo que todo su mundo había desaparecido (¡ploc!), y ya nada quedaba, ni siquiera en su memoria, que como esa grieta, el olvido se iba extendiendo por su viejo cerebro (¡ploc!).
Miró impasible como la araña envolvía a la oruga y volvía a su escondite (¡ploc!). Ahora la grieta ya se extendía por todo el techo, y amenazaba con hacerlo por las paredes. Además de la maldita gota (¡ploc!), un hilillo de agua se deslizaba por la pared atravesando una grieta sobre la puerta (¡ploc!).
—Debo darme prisa. Esto se derrumba, si no hago algo, pero… no puedo moverme, las malditas rodillas. Ya estoy viejo y cansado, demasiado viejo (¡ploc!).
Haciendo un tremendo esfuerzo pudo ver que lo que le parecía una grieta no era tal, sino la teladearaña más grande que había visto nunca y en el tejado los ojos de una enorme araña escudriñaban desde la oscuridad. Quiso gritar y es cuando se dio cuenta que algo se lo impedía (¡ploc!); tampoco se podía levantar de la silla, qué podía hacer, la tela se extendía cada vez con más rapidez y, esa maldita gota (¡ploc!), le estaba volviendo loco.
La araña salió de su escondite y fue bajando hasta situarse frente a él (¡ploc!). Levantó una pata y le inyectó su veneno en el brazo. Podía ver como su veneno se extendía por arterias y venas y la araña parecía reírse de él (¡ploc!).
Se fue apagando mientras la araña estiraba su pata hasta el lugar de la gotera y cerraba el agujero por donde caía el agua. Todo se fue volviendo oscuro y el mundo desapareció.

La máquina que regulaba su respiración y su pulso se apagó, el doctor había dictaminado que ya no sentía nada. Cerró la vía que suministraba el suero y esta dejo de gotear (¡ploc!).
Fue fugaz, pero le pareció que el paciente se había movido y había reaccionado cuando se había acercado.

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