Donde nunca nieva en diciembre.
Pasan las estaciones que sutilmente me van arrancando tiempo, despacio, sin tregua. Hay lagunas en mis pensamientos. Me van ahogando en fragmentos eternos y discontinuos. He visto caer las hojas y vi llegar al invierno, y yo ni me había movido. Pasará otro y tras ese uno más, y el frío dejará huella en mi cuerpo y mi alma no recordará quién fui. Solo me queda cerrar los ojos y sentir, sentir la caricia del viento, saborear el aroma de la mar, notar la lluvia sobre mi pelo y el dulce, pero amargo beso de los que llegan y se van. Cierra los ojos y suéñame, ahora que ya no te puedo ver, para que te pueda abrigar, que la noche es larga, y el invierno pronto llegará. Más fría es la distancia que nos separa, que como letras sin resolver nunca se encuentran. Somos los fragmentos de un poema que nunca se escribió y las notas de una canción que nunca se afinan. Ya no quedan hojas en los álamos y los tamarindos ya no cobijan a los pájaros, que se marcharon para no ver el invierno que