Un legado casi perfecto.




Era el escenario perfecto. Aguas claras y verdes prados. Dejé caer mi rodilla derecha sobre la hierba y extraje un poco de esa tierra fértil. La esparcí entre mis manos e inundó mis fosas nasales con su aroma. Ya no buscaría más, ahí construirían mi hogar.
Desde el primer momento comencé a sentirla, comencé a vivir la tierra, fue como un abrazo de primavera, como llenarse de la luz de la luna llena, la luna de nieve.
Las noches me absorbían, deseando ver llegar el día, y los días pasaban sin prisa.
Todo sucede por una razón, me decía, todo tiene un sentido en la vida. Ya nada puede suceder, pues has quedado en paz con los dioses y el universo.
El tiempo pasó y el sino hasta mí trajo a otro ser, que como yo, deseosa estaba de formar un hogar. El tiempo pasa raudo, la vida no se detiene y cuando menos nos lo esperábamos llegaron para recibir nuestro legado, unos seres deseados y amados.
Crecían entre la brisa y la risa, la lluvia y el sol. Nada podía ir mal, hasta que el recuerdo del pasado a nuestra puerta llamó. Eran a los que antaño debía vidas y un favor.
Mía es la culpa, pues míos fueron los errores y los horrores que en un pasado que no pasa cometí, y ahora están frente a mi casa.
Solo una solución hay, seguir la senda del pasado o salvar mi legado.
Os pido perdón, hijos míos; te pido perdón, amada mía, pues ya no viajaremos por la misma senda. No importa lo que haga, no importa si con ellos vuelvo, pues siempre habrá quien regrese para que mi deuda pague. Por eso os pido perdón, pues no volveré a veros. Yo, juro por mi honor, que nunca más volveréis a ver a estos hombres ni a mí.
De mis tierras me despido, aquí, mirando al cielo, implorando al buen Dios, que con mi vida pronto acabe, pues de muerte estoy herido, porque terminé con todos esos malnacidos que vinieron a buscarme y, si yo muero, ya no deberé nada a nadie.

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