Tic, tac.




Tic, tac. Llega nuestra mar en silencio, marea negra, salpicando nuestras orillas, dejando muerte a su paso, tragando plástico, surcando el viento.
Tic, tac. Llega con los lamentos de una tierra baldía, de un océano sin vida.
Tic, tac. Las olas chocan contra la arena, arrastrando los lamentos de unos seres que suplican.
Tic, tac. Llegan lágrimas de culpa y de codicia, que se mezclan con esa agua ya maldita, escondidas por la culpa de un mundo que observa y calla, y se lava las manos, como Judas, en un agua ya podrida.
Tic, tac. Muere esa mar, muere esta tierra, mueren animales y plantas y pronto la humanidad.
Tic, tac. Almas corruptas llenas de codicia, se unen a los que no miran.
Hombres y mujeres que gritan para que: «¡paren ya!», mientras escupimos petroleo y con nuestros teléfonos nuevos grabamos a los que corrompen nuestro universo.
Tic, tac. Me tapé los oídos para escuchar al niño que llevo dentro, dejé de oler por recordar lo que me dejé, tapé mis manos y así sentir el tacto de una piel sin corromper, la boca cerré para degustar los manjares del ayer y tapé los ojos para robarle recuerdos al tiempo.
Tic, tac. Suena el reloj de la humanidad.
Tic, tac. Esto se termina y acabamos de empezar.
Tic, tac. Ya nadie escucha, ya nadie se lamenta, la vida sigue, pero hasta que la tierra pueda. 
Tic, tac. Escucha el silencio en la tierra yerma, el cielo no sonríe ni la brisa de la mar llega. 
Tic, tac. Renuncia al pasado, para liberar el futuro, que vive atrapado en los labios de nuestro destino inseguro. 
Tic, tac. Amanece entre dos sueños, alimentando los placeres de los que se arrastran, de los que no comprenden que este sueño se acaba. 
Tic, tac. Permanecemos de espaldas al tiempo, escapando del destino, queriendo arañar un segundo más a nuestro castigo. 
Tic, tac. No me despiertes de este sueño infinito, donde la brisa llega cargada de un tiempo, que ahora ya está, ¿perdido? 

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