A un palmo de distancia.
… Tan solo un par de horas antes, después de haber pasado la noche haciendo el amor. Miraban al techo. La luz del alba se colaba por el ventanal y daba calor a la habitación. A Muro le encantaba despertarse recibiendo la luz del sol sobre su cuerpo; aunque hubiera trasnochado, jamás cerraba las persianas, y las cortinas eran mero adorno, apenas tapaban nada; cualquiera desde el exterior, si es que alguien pudiera encaramarse a un balcón del séptimo piso, vería el interior de la habitación. Lima se acurrucó colocando su cabeza en el pecho de Muro, mientras le acariciaba con sus uñas. —Esto es maravilloso. ¿No te parece, Pablo? ¿No te gustaría despertar así cada día? —dijo una sonriente y feliz Lima. Muro no entendió entonces a qué se refería ella. —Sí que lo es —respondió un alegre Muro—. Deberíamos repetir esto más a menudo. Trabajamos demasiado. —Me voy a preparar el café, me daré una ducha y me iré a casa. Tengo cosas que hacer. —Se levantó como un resorte y se marchó, dá