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Mostrando entradas de septiembre, 2024

A un palmo de distancia.

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… Tan solo un par de horas antes, después de haber pasado la noche haciendo el amor. Miraban al techo. La luz del alba se colaba por el ventanal y daba calor a la habitación. A Muro le encantaba despertarse recibiendo la luz del sol sobre su cuerpo; aunque hubiera trasnochado, jamás cerraba las persianas, y las cortinas eran mero adorno, apenas tapaban nada; cualquiera desde el exterior, si es que alguien pudiera encaramarse a un balcón del séptimo piso, vería el interior de la habitación. Lima se acurrucó colocando su cabeza en el pecho de Muro, mientras le acariciaba con sus uñas. —Esto es maravilloso. ¿No te parece, Pablo? ¿No te gustaría despertar así cada día? —dijo una sonriente y feliz Lima. Muro no entendió entonces a qué se refería ella. —Sí que lo es —respondió un alegre Muro—. Deberíamos repetir esto más a menudo. Trabajamos demasiado. —Me voy a preparar el café, me daré una ducha y me iré a casa. Tengo cosas que hacer. —Se levantó como un resorte y se marchó, dá

Una pareja más.

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… Lima, al contrario que la mayoría de sus compañeras, después del espectáculo, se quedaba en el club para beber unos tragos, decía ella. Necesitaba relajarse un poco antes de volver a casa. Se dejaba ver en la esquina de la barra, donde la luz apenas rozaba su cara e intentaba pasar desapercibida, aunque resultara difícil para una chica atractiva no ser vista en un club de hombres. Muchos eran los borrachos que se acercaban y le ofrecían compañía a cambio de unas cuantas copas y unos pocos billetes, pero ella siempre los rechazaba. Si el tipo se ponía pesado, ella hacía una señal a alguno de los porteros y ellos se encargaban de sacarlo sin ningún tipo de refinamiento. Muro, esa noche, la noche en que conoció a Lima, se encontraba bebiendo en la barra como si no hubiera un mañana, mirando a las chicas que bailaban en las barras. Se giró para pedir otro chupito cuando reparó en Lima que le observaba al amparo de la oscuridad de su rincón favorito. Él levantó el vaso para sa

Retazos de una despedida.

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… El viento soplaba sin fuerza; era una agradable brisa proveniente del oeste. Aimar saboreó el aire como el que sorbe una taza de café, sintiendo como penetraba en su interior. Durante unos segundos se dejó llenar y llegaron hasta su mente las imágenes de una mañana de otoño, que como un fuego abrasador quemaba su cuerpo. Fue la última mañana en la que pudo disfrutar sin miedos, sin prisa, sin ataduras, saboreando cada momento con su mujer; cuando ignoraba lo que el destino les tenía preparado y cuando lo único importante eran ellos tres. Su mujer le miraba con ojos de enamorada, y su hija disfrutaba de su padre, pues en contadas ocasiones sucedía tal acontecimiento. Ahora su mujer no estaba y la echaba de menos; echaba de menos esa sonrisa que iluminaba el aire; echaba de menos su mirada, que traspasaba su alma; echaba de menos cuando llegaba al hogar y ella le esperaba, y cuando no le esperaba también; echaba de menos sus enfados; sus palabras amables y sus insultos; ech

En el silencio de la noche.

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En el silencio de la noche, Aitor se despertaba sobresaltado: ¿había sido un sueño, o había escuchado algo? Anne, su mujer, dormía profundamente en el sofá, igual que él segundos antes, y en el televisor se veía a una presentadora anunciando productos milagrosos. «Llame ahora», decía un cartel bajo ella y un número de teléfono aparecía parpadeante, pero el sonido estaba tan bajo que no era capaz de escuchar lo que decían. Lucas meneó a su mujer para que despertara. Anne emitió un casi inaudible sonido gutural. —Anne —la llamó. Apenas se escuchó y Anne no reaccionó—. Anne —volvió a insistir. Esta vez con más ímpetu. La zarandeó tanto que Anne se asustó. —¡Pero qué haces! —protestó—. Ya te he dicho que me dejes dormir. Que aquí duermo y en la cama no puedo. —No es eso —le dijo él, colocando su dedo en los labios para que no gritara. Señaló con su mano a la planta de arriba. Durante unos segundos ninguno dijo nada, permanecían en silencio, esperando algo. La madera volvió a crujir. Aitor