Vida
Sentado frente en el pantalán veía como el firmamento se iba llenando de infinitas lucecitas parpadeantes. La oscuridad se iba haciendo dueña del momento. La luna no había salido, o por lo menos no se veía en esos momentos. Por lo que la oscuridad era casi total. Había llegado hasta ese lugar y no sabía exactamente dónde se encontraba, aunque a decir verdad le daba exactamente igual. El firmamento era lo único que deseaba y necesitaba. La vida como tal había dejado de existir, al menos como él la entedía. Una parada en el camino para ver anochecer y esa maravillosa bóveda celeste que le recordaba a su amor. Celeste, su chica, así se llamaba. Qué bello recuerdo. Ahora ya nada de eso importaba. El agua era un agujero tan negro como el futuro. Los monstruos acechaban en cada rincón. Uno podría meterse sin saber que se encontraría mordisqueándole los pies. O quizá lo engulliría como atrapa un agujero negro a una estrella y la hace suya. Así veía él su futuro. Se dejaría tragar