Mi alma te doy

¿No te has enamorado alguna vez de una persona nada más verla? No digo amarla, nada de eso, me refiero que ves a una persona y sin conocerla, algo te llama la atención, sus gestos a la hora de hablar, su risa, su forma de mirar, de reír, todo, yo que sé. No hace falta que sea guapa, ni siquiera eso tiene importancia, es algo distinto, no sabría definirlo, pero algo te llama la atención y desde ese día y sin saber pCómoué, también,  comienzas a verla en todas partes. Pues eso me pasó.
Coincidimos una noche en un bar. Ella estaba preciosa con su vestido negro y sus tacones, reía con ganas y yo la observaba desde una mesa en la calle. De repente giró la cabeza mientras le pegaba un largo sorbo a un vaso de cerveza y me miró, yo seguía mirándola y no quise dejar de hacerlo, ella se dio cuenta. Me miró fijamente y alguien le dijo algo, se dio la vuelta y continuó riendo ajena a mí. Quise ver su reacción, me levanté de la mesa antes de que se diera cuenta y me coloqué en otro lugar estratégicamente, pudiendo observarla. Disimuladamente vi como se giraba lentamente para mirar donde estaba yo, permaneció durante unos segundos mirando a la mesa como si no comprendiera que había pasado conmigo, fue girando hasta que se encontró con mi mirada, fue tal su sorpresa que pego un respingo e hizo que la cerveza cayera sobre uno de sus amigos.
Vi como se disculpaba, yo por mi parte me reía de la situación, pero decidí desaparecer.


Pasó mucho tiempo hasta que la volví a ver. Fue una tarde desapacible, viento, frío y amenazando con llover, pero por otra parte son los días que más me gustan y más a gusto estoy, me encantan los días de viento y si está apunto de llover, estoy solo. Las gaviotas sobrevolaban los acantilados y de vez en cuando bajaban en picado hacia el mar, los barcos iban llegando a puerto y se arremolinaban alrededor a ellos. Estaba totalmente abstraído en el paisaje cuando un leve ruido me llamó la atención. Estaba detrás de mí, sentada en el pretil mirando hacia abajo, pasó unos segundos hasta que me di cuenta que estaba llorando. Me acerqué despacio hacia ella temiendo que hiciese alguna tontería.
- Buenas tardes -Me atreví a decirle sin demasiado convencimiento de que me contestara- Bonita tarde, me encantan así, sentir el viento en la cara. Respira ¿Lo hueles? Ese olor a sal, a humedad, a tierra. Va a llover.
- ¿De verdad? -Apuntó sarcásticamente sin mirarme en ningún momento- Quién me lo iba a decir, yo creía que iba a salir el sol y nos íbamos a quemar.
- Vale, no hace falta que sigas, ya lo he pillado ¿Molesto? bueno perdona ya me voy.
La mujer balanceaba los pies alternativamente, con las manos debajo de sus piernas y sin dejar de mirar cómo el agua rompía contra las rocas. Una gaviota sobrevoló nuestras cabezas casi rozándonos. Unas finas gotas comenzaron a caer, levanté la cara para recibir la lluvia, me gusta mojarme la cara con la lluvia cuando ésta es fina, tanto el viento como la lluvia me dan sensación de libertad, justo en ese momento, llámalo destino, llámalo Karma, la misma gaviota que un minuto antes había pasado rozándonos defecó sobre mi cara, y justo en ese mismo instante ella me miró por primera vez desde que estuviera ahí.
- Jajaja, jajaja... -No dejaba de reír y cada vez con más fuerza, tanto fue así que se inclinó con tanta fuerza hacia adelante que apunto estuvo de caer, sino fuera que mis reflejos fueron más rápidos que su caída, la agarré con fuerza y tiré de ella hacia atrás, cayendo los dos al suelo, yo de espaldas a éste y ella encima de mí, también de espaldas.
- ¡Dios! - Comencé a decir- Mi respiración estaba acelerada y mis pulsaciones se habían disparado, cuando de repente ella comenzó, si cabe, a reírse con mucha más fuerza. -jajaja- No paraba de reírse cuando de repente paró y me dijo.
- Saca esa mano de mi teta si no quieres que te la corte de un mordisco.
La verdad es que no me había percatado de ello y durante unos segundos no reaccioné.
- Perdona yo... -Acerté a decir-.
- Tú que  -Me dijo un tanto enfadada- Tú te crees que soy tonta y no se de que palo vas.
- Perdona y
de nada por haberte salvado la vida.
Se levantó bruscamente empujando fuerte con su codo en mi estomago, no se si lo hizo a propósito, pero hizo que me doblara al golpearme.
- ¿Salvarme la vida dices? Y a ti quien te dice que me la has salvado, no has salvado una mierda, es más, me la acabas de joder ¿y si yo no quiero que nadie me salve?
Me quedé allí tumbado observándola sin comprender nada de lo que me decía. La lluvia comenzaba a caer cada vez con más fuerza y ya empezaba a molestarme.
Ella se acercó, sacó del bolsillo derecho de sus pantalones vaqueros un paquete de clínex, extrajo uno y me lo entregó.
- África, me llamo África. Límpiate la cara anda y gracias, pero de verdad soy yo la que decide cuando debo salvarme y cuando no.
- Roberto, gracias y creo que nos vamos a mojar, que te parece si nos vamos y lo discutimos por el camino.
África se me quedó observando durante unos segundos sin decir nada, parecía extrañada y abrió la boca y estuvo a punto de decir algo, luego se lo pensó mejor y me dijo:
- ¿Nos conocemos tu y yo? Me da la sensación que nos hemos visto antes.
No quise decirle que sí, que la llevaba siguiendo desde hacía tiempo, pensé que si se lo contaba no me dejaría acompañarla y menos aún contarle lo del incidente del bar, lo que estaba claro era que no se acordaba de mí.
- Está bien -Susurró al fin, no parecía muy convencida- Levántate anda que te vas a empapar -  Me extendió la mano para ayudarme.
Por el camino no nos dirigimos la palabra, yo lo intenté pero ella no parecía estar conmigo, estaba claro que debía tener algún problema serio y prefería hablar consigo misma antes que conmigo, pienso que apenas sabía de mi existencia y menos aún que seguía a su lado.
Al llegar a una cafetería le dije que entráramos y en ese instante reaccionó y fue como si en ese momento se diese cuenta de mi existencia, me miró como se mira a una persona extraña que acabas de ver por primera vez y no entiendes porque te habla. Sus ojos estaban muy tristes, no eran los ojos que me habían enamorado, eran unos ojos que me decían que estaba sufriendo y lo que yo le ofreciera le importaba una mierda, unos segundos después pareció reaccionar y me dijo.
- Si, vale, está bien.
- ¿Que quieres tomar?
- Una cerveza -Dijo mientras se sentaba en una mesa-
El camarero nos miraba con cara de pocos amigos, no parecía contento de tener clientes, mientras mordisqueaba un palillo.
Llevé la cerveza a África y para mí pedí un café cortado bien cargado. Me senté de cara a la calle, África estaba frente a mí y cuando quise empezar a tomarme el café, ella ya había terminado su bebida. Se frotaba los labios con el antebrazo derecho para limpiarse los restos de la espuma.
-  Tenías sed -Comenté sin demasiadas esperanzas de que me contestase y no lo hizo, simplemente se limitó a decir:
- Gracias por la cerveza, tengo prisa.
- ¿Ya te vas? ¿No esperas a que termine el café?
- ¿Te hago falta? No me jodas ¿Tu mamá también te acompaña al water?
- No, la verdad es que no, desde que se murió no ha vuelto a hacerlo.
Se me quedó mirando con cara de, lo siento y tierra trágame, pero antes de que abriese la boca le dije:
- No te preocupes, tu no lo sabías.
- Es cierto, no lo sabía, pero no tengo ningún derecho de tratarte así, lo siento.
Se quedó hasta que me tomé el café, ella no habló solo me escuchaba, o eso creo y cuando nos íbamos a levantar para irnos, me puso su mano derecha encima de mi mano izquierda y me lo dijo.
- Me muero. La leucemia me está matando. Eres la primera persona a la que se lo digo, nadie más lo sabe. Y no quería sufrir ni hacer sufrir a mis amigos, sigo pensando que es lo mejor, no has hecho más que retrasar algo que haré tarde o temprano, lo mío es una muerte anunciada.
Me quedé mirándola como un tonto, con la boca abierta, no sabía que decirle.
- No hace falta que digas nada -Me dijo ella-
- Y tu familia, deben saberlo, ellos te ayudarán.
- ¿Mi familia? Que familia, no tengo de eso, aquí no y la que tengo está lejos y no se nada de ellos ni ellos de mí, y así debemos seguir.
No sé si fue eso, pero puedo
asegurar que no había pena ni lástima en mi corazón, pero algo ocurrió en ese momento, y puedo casi, sé con certeza que nos ocurrió a los dos. Mi alma parecía salir de mi cuerpo, un sinfín de sentimientos acudieron a mi encuentro, el universo parecía ponerse de acuerdo para que toda energía positiva acudiese a nosotros en ese momento y una fugaz pero intensa haz de luz atravesó nuestras almas para bailar junto a nuestro cuerpos, un pequeño chispazo en nuestras manos, que seguían apoyadas, hizo que nos despertásemos de un ligero, pero a la vez eterno letargo. Nuestras manos saltaron hacia atrás, nos quedamos mirando y nos echamos a reír.
- ¿Que ha pasado? -acerté a decir, mientras una gran sonrisa en su cara hizo que la mía también se reflejara-
- No lo sé, pero es la primera vez que me río en mucho tiempo. Te lo agradezco.
- No me tienes porque dar las gracias, de verdad, si puedo ayudarte lo haré con mucho gusto.
Me miró durante un rato, agachó la cabeza y cuando la levantó continuaba sonriendo.
- No te estarás haciendo películas -Dijo sin dejar de sonreír- Y creas que porque estoy mal y necesitada de cariño me voy a tirar a tus brazos, porque te aseguro que no eres mi tipo.
En ese momento creo que puse la cara más tonta que pueda poner y tragué saliva sin saber reaccionar.
- Jajaja, comenzó a reír, es broma hombre -Y dicho esto y sin previo aviso me plantó un beso en la mejilla derecha que hoy en día me parece aún sentirlo, creo que no me lavé la cara ese día para poder seguir notando esa caricia de sus labios-
Me dejó acompañarla hasta casa, de camino íbamos riendo de verdad, nos reíamos de nada, bobadas que se nos ocurrían y que nos hacían gracia,  en uno de esos arranques de risa, ella me agarró de la mano y fue maravilloso, ese momento de roce, el contacto de piel contra piel, se me erizaron los pelos del brazo y volvió a ocurrir, cuando sucede una vez te parece gracioso, cuando son dos y en tan poco espacio de tiempo ya no te parece tan gracioso, ese chispazo en nuestras manos esta vez fue más fuerte, nos quedamos mirando y al principio fue una mirada de miedo, como diciendo que pasa aquí, luego sonreímos, más que porque nos hiciera gracia era para disimular el miedo a esa sensación extraña.  No sabría explicarla, energía inmensa entrando a través de la cabeza y estallando en nuestras manos.
- Pide un deseo -Se me ocurrió decirle para quitar dramatismo al asunto- Rápido antes de que se nos pase esa sensación en los dedos.
- Mmmmm, ya está. Es fácil para mí  -La alegría que llevábamos se disipó y no quiso que le siguiera acompañando- Estaré mejor sola, de verdad. Gracias por esta tarde, lo he pasado genial, pero ahora quiero estar sola. Nos vemos.
- Espera -Le dije- Toma mi número de teléfono, si en algún momento necesitas hablar con alguien no dudes en llamarme, lo digo en serio, a cualquier hora -Le extendí  un papel con mi número-
- Vale, lo pensaré, no te prometo nada. Gracias. Hasta otra.
Se alejó sin mirar en ningún momento para atrás, la cabeza agachada y casi arrastrando los pies.
El caso es que no pensaba que me llamara y menos tan pronto, pero me llamó esa misma noche.
Serían sobre las tres de la madrugada cuando sonó el móvil.
- ¿Si? -Tardó unos segundos en contestar, estuve a punto de colgar cuando su voz sonó al otro lado de la línea.
- ¿Roberto? -Sonó su voz un tanto titubeante- Perdona por llamarte a estas  horas
- ¿África?  No, no te preocupes, te dije que a la hora que fuera.
- Era para eso, quería saber si decías la verdad.
- Ehh...
- Es broma hombre. He estado a punto de dejarme llevar otra vez y cuando lo iba a hacer no se por qué me he acordado de ti.
- ¿Estas bien? ¿Quieres que quedemos?
- Sí por favor.
Una hora después estábamos en el mismo sitio que la había dejado, al verme  me abrazó y lloró durante dos largos minutos en mis hombros.
Paseamos durante toda la noche, hablamos de su enfermedad y la esperanza de encontrar un donante de médula. Normalmente de un familiar cercano.
Tienen que  destruir las células cancerosas, para que las células normales puedan volver
a crecer en la médula ósea, y evitar la recidiva. La quimioterapia y los trasplantes de médula ósea son la esperanza para la curación.
De que es necesario realizar transfusiones al enfermo para corregir la anemia y las hemorragias, y administrarle antibióticos para tratar las infecciones.
- Tienes que hablar con tus familiares.
- Me temo que sí, no será fácil, pero bueno lo intentaré.
Nos despedimos y quedamos para el día siguiente, y después de ese día vinieron muchos más y un mes después ya estábamos irremediablemente enamorados.


La quimioterapia no daba el resultado esperado y los familiares parecían no estar dispuestos a hacer nada. Yo me hice las pruebas para ver si era compatible pero no hubo suerte.
Un buen día, volvió a ocurrir por tercera vez. Nos encontrábamos en el mismo lugar que nos conocimos, la noche era preciosa, una multitud de estrellas y una preciosa luna llena iluminaban la bóveda celeste y su cara se veía preciosa, no pude resistirme y sin darle tiempo a reaccionar le agarré de su cabeza y le di un largo beso y ella no se resistió, entonces nuestros labios saltaron en un chispazo, el más fuerte y nos dejó un sabor a metal en la boca.
- ¿Que ha sido eso? -Dijo África- Nos pasa cada vez  que nos tocamos.
- No lo sé, quizás sea electricidad estática.
- Volveré a pedir un deseo -Cerró los ojos- Ya está.
Le acompañé a casa, yo al ver que no podría dormir me fui a pasear, me encontraba en el mismo sitio otra vez mirando el mar, cuando noté un extraño escalofrío, vi una sombra tras de mí, me giré y un niño estaba tras las sombras de unas rocas salientes.
- Tú no has pedido ningún deseo -Dijo el niño- Os estaba observando, perdona.
- Ya veo, y tú que sabes.
- Creo que no, debería hacerlo. Cierre los ojos y deséalo con fuerza.
No sé porqué, pero le hice caso, cerré los ojos y desee que ella se curara.
- ¿Que daría por que se cumpla su deseo?
- ¿Que, qué daría? Todo, lo daría todo, hasta mi alma daría.
- ¿Está seguro? Yo lo hice por una niña y se cumplió.
Me eché a reír y él me dijo:
- Choca la mano tío.
Lo hice y al chocarla sentí un gran dolor y un hilillo de sangre salió del dedo anular, lo miré, me lo chupé y cuando miré hacia el niño este ya se alejaba.
- Y recuerda que es tu deseo y ahora está firmado con tu sangre.
Esa noche tuve una pesadilla. Era de noche, hacía frío y llovía, una mujer se encontraba a los pies de una tumba, no conseguía ver quien era. El niño que había conocido ese día le acompañaba y yo observaba todo eso desde lo alto de sus cabezas. El chaval giró su cabeza de una forma inhumana y me miró, sonrió enseñando unos grandes y afilados dientes, agarró de la mano de África y le dijo algo al oído, ella asintió, y se marcharon. Quise ver quien era al que estaba visitando África, me acerqué, pero era incapaz de leer nada, la placa estaba cubierta de barro y hojas, quise limpiarlo, pero o mi cuerpo no obedecía o carecía de él. De repente una mano que no era la mía limpió la lápida y mi nombre apareció, giré la vista hacia la derecha y el niño estaba ahí sonriéndome enseñando sus dientes y me susurró al oído:
- Recuerda Roberto, es tu deseo y lo firmaste, ella estará bien. Jajaja -Sonó una risa que para nada era la de un niño- Y de repente me vi arrastrado hacia la tumba por multitud de manos y desperté de un sobresalto, sudando y jadeando.
Durante el resto del día estuve pensando en ese niño, y la pesadilla, pero poco a poco lo fui olvidando, indudablemente a ella no le conté nada, no quería preocuparla por lo que, por otra parte, me pareció en ese momento una tontería.
Los días que precedieron fueron difíciles para África, noches enteras sin dormir, y días sin descansar, vomitando como consecuencia de la quimioterapia. Estuve con ella en todo momento, no la dejaba y si para mí era duro ver como su cuerpo se iba deteriorando, para ella lo era mucho más y peor aún, teniendo en cuenta lo coqueta que es África, cuando se le empezó a caer el pelo, las ojeras eran exageradas e iba adelgazando a pasos agigantados.
- Daría mi vida por ti amor -Le dije una noche, después de llevar tres sin apenas dormir- TE AMO -Nos besamos con pasión y fue entonces cuando comenzó el cambio, volvimos a sentir otra descarga, pero esta vez fue distinto, fue desagradable y un hilillo de sangre asomó por mi nariz, yo no me di cuenta, fue África la que se percató.
- Amor, estás sangrando, la nariz.
Me miré en el espejo y lo vi. Me limpié en el lavabo, pero parecía no parar, cada vez sangraba más. Dejé de echarme agua y me taponé con guata. Al cabo de cinco minutos dejó de sangrar, después de haberme cambiado varias veces de algodón y manchar una toalla.
- No sé que me habrá pasado, quizá sea como consecuencia de los nervios, una subida de tensión y tanto tiempo sin descansar.
- Puede ser amor ¿Te has dado cuenta que ya no tengo náuseas? Desde que nos hemos besado no he vuelto a tenerlas.
- Me alegro amor, será cuestión de darnos muchos más.
Reímos los dos y ella al rato calló y me dijo.
- Roberto, puede que no sea nada, pero deberías ir al médico y que te mirasen, has sangrado mucho, no es normal.
- Sí amor, pero será lo que te he dicho.
Desde esa noche África dejó de encontrase mal y su salud iba mejorando mientras que yo cada día que pasaba me iba encontrando cada vez peor.
Cuando acudimos al médico para la revisión, el médico quedó asombrado de los avances de África.
- No me lo puedo creer  -Dijo el doctor Camino, jefe de la unidad de cáncer del hospital- Prácticamente estas curada, y sin prácticamente, estas curada, no lo entiendo, tenemos que hacerte más pruebas por si hubiese algún error, pero los análisis los hemos repetido dos veces.
Después de volver a repetirlos, nuestra felicidad era inmensa y África no paraba de repetirme que yo era la causa de su curación. Por otra parte yo cada día me encontraba peor y después de acudir al médico para unos análisis, tuve que estar casi todos los días en la cama hasta el día de la consulta.
- Cómo se lo diría yo -Comenzó a decir el médico- Exactamente no sabemos que le pasa, pero su organismo está deteriorándose a pasos agigantados y si no conseguimos pararlo no tardará en tener un colapso  ¿Ha hecho algún viaje a algún país extranjero? O ¿ha estado en contacto con alguien de fuera?  ¿Algún animal exótico?
- No doctor. Yo...-comencé a decir, pero me callé al pensar en el niño, lo había a pensado desde el día que África comenzó a curarse y yo a enfermar- No nada.
Cuando salimos del médico África me miró y me dijo:
- Que ibas a contar que te has callado, te conozco.
No quería decírselo, pero no la iba a engañar y probablemente sería una bobada. Yo no creía en esas cosas, bueno ahora si.
Le conté todo y después de pensarlo bien ella me dijo
- Amor tenemos que encontrar la forma de revertir eso.
- Mi vida yo no quiero perderte, pero tampoco quiero morir.

En los días siguientes nos dedicamos a buscar en Internet casos similares, algo que nos diera una pista. Había cantidad de noticias al respecto, pero ninguna parecía fiable. Buscamos algo sobre el diablo en libros y revistas, pero nada serio, mientras tanto mi salud iba en declive, apenas podía tenerme en pie y me empezaron a salir llagas por todo el cuerpo, hasta que un día África encontró algo que nos llamó la atención. La noticia era de hacía 50 años.
"Milagro en Pasaia. Una niña de 14 años contrajo una grave enfermedad, y se salva milagrosamente. La pequeña Eva contrajo una extraña enfermedad que le iba deteriorando día tras día desde hacía un tiempo y los médicos no le daban ninguna esperanza de vida, cuando milagrosamente y tras ver a un ángel, en palabras de su milagroso amigo Óscar Arratibel  este le dijo que su amiga se salvaría si cumplía una promesa, no sabemos cual fue esa promesa, Óscar no nos la ha querido revelar. La niña una semana después está completamente curada y feliz"
- Mira -Me señaló África en otro periódico de la misma época- Dios mío Roberto  ¿Es él?  -Dijo señalando una foto- Mira lo que pone.
"El niño del milagro muere en extrañas circunstancias"
- Si, es él, estoy seguro ¿Y ahora por dónde empezamos? ¿Dónde buscamos un fantasma?
- No -Apuntó África- Un fantasma no, pero sí podemos buscar a esa niña que hoy será una mujer.

No fue difícil, seguía viviendo en el pueblo. Llegamos hasta su casa y le contamos lo que sabíamos y lo que nos estaba ocurriendo.
- El murió -Nos dijo Eva mientras nos enseñaba fotos de ellos dos- Y yo no puedo ayudarles. Lo único que sé es que no creo que ningún ángel quite la vida de un niño para dársela a otro.
- ¡Pero yo le vi, el hizo el mismo pacto conmigo! -Dije casi desesperado-
- Amor, no grites, no solucionas nada, nadie tiene la culpa, el diablo se viste de niño para engañarte.
- ¡Es muy fácil para ti decirlo, tu no vas a morir, yo si!
- ¿Que dices, tu crees que para mi es fácil? ¿Por que tuviste que hacer el pacto?
- Lo hice por ti, tu pediste lo mismo que yo, no morir.
- Te equívocas -Me dijo acercándose y mirándome fija a los ojos- La primera vez si, apenas nos conocíamos, pero en la segunda ocasión ya estaba enamorada de ti y lo que pedí, era que ya que iba a morir, tu fueras feliz.
No supe reaccionar, me quise disculpar, pero ya no tenía ningún sentido, ella se alejó de mí y con un gesto de la mano me insinuó que no quería disculpas.
- Hay una forma  -Dijo Eva- Que tú le liberes. Solo tú puedes hacerlo.
- Cómo lo sabes -Le dije-
- No estoy segura, lo he leído, durante años estuve estudiando casos similares y es a la conclusión que llegué.
Miré a África y le dije que no con la cabeza. Se me acercó y me dio un gran beso en la boca. Sentimos otro gran chispazo.
- Yo te libero, que seas feliz cariño.
- Pero, por que lo has hecho.
- Tu no me amas, tu único interés es ser feliz y conmigo lo eras, pero con este acto me has demostrado que no darías la vida por mí, eran solo eso, palabras. Yo en cambio si la doy por ti y además era mi destino morir y tú ahora, para mí ya no eres nada, no eres nadie.


Quise hablar con ella después de ese día, pero no fue posible ya no quería saber nada de mí.
Un año después África moriría.
¿Yo? Mi cuerpo anda errante por el mundo, ella se llevó mi alma cuando murió y desde entonces, lo único que deseo es morir y me falta el valor suficiente para hacerlo por mi mismo.

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