Re cordis.


Un retazo del capítulo 7 de mi libro: «Re cordis».

...—Eso es, Ander —su voz se iba apagando y él iba despareciendo —Veo que vas recordando. ¿Te acuerdas que quisimos hacer lo mismo? Y descubrimos que era imposible, porque el agua cae con mucha fuerza y está muy fría, pero si que pudimos pasar al otro lado de la cascada y ver el mundo a través de una cortina de agua. Ahora debes seguir recordando. Ya casi está, viejo amigo.
Su figura se fue apagando hasta desaparecer.
Ya me quedé solo, solo con el silencio, escuchando los secretos que la noche me contaba entre susurros, sólo conseguía escuchar imperceptibles palabras, que como un cántico se deslizaban  y me entonaban enigmáticas plegarias. Atrevida inocencia mía de pedirte lo que por derecho pertenece a la noche y a sus obscuros misterios.
—«¡Silencio!» —Volvía a gritarme la oscuridad, que interrogantes escondes tras tus muros, gritan mi nombre y las almas se estremecen al oírlo, me esperan tras sus murallas, impacientes, sabedoras que nadie escapa de ese infierno, no hay esperanza para los que mancillan el cielo.
Soy de frío y de viento, como ese viento que me acompaña; soy de lluvia y noches, de fríos inviernos que encogen el alma; ese alma que ya me abandonó. Ya llega, tras la estela de la noche llega el alba, cabalga ligera, se le intuye, se le siente, se le huele; el final está cerca y no se le ve. Está en mi mente, quizá tenga miedo de correr esa fina cortina y ver lo que ella esconde. Quizá tenga miedo de enfrentarme a mis recuerdos y descubrir lo que no quiero evocar.

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