la señal




Allí, donde la montaña se junta con el cielo, donde el sol no penetra y parece huir porque el frío reina, he decidido adentrarme.
Hace noches descubrí que en esa montaña alguien pedía socorro. Llevo caminando  tanto tiempo que he perdido la cuenta. El frío me impide pensar con claridad. Son estas interminables noches, no soporto cuando llegan, si no pasa rápido esta estación donde la luna reina creo que me volveré loco. Intento mantenerme activo durante el tiempo que permanezco despierto, y cuando el sueño me vence enciendo un fuego, pero desde hace…, —«¿Cuánto tiempo? Ya no lo recuerdo. He perdido la cuenta. El sol no saldrá hasta dentro de varios meses y ya no sé si debo dormir o mantenerme despierto, por lo que he optado por hacerlo cuando caigo rendido»—. Como iba diciendo, desde hace un tiempo he notado como me siguen. Creo que es algún animal más hambriento que yo, si es que existe algo o alguien así. Apenas me quedan víveres y he decidido guardarlos para cuando comience la ascensión a ese dichoso monte.
Cuando despierto, y antes de reanudar cada «mañana» el camino, miro hacia él y en un principio no se ve nada extraño, pero cuando me concentro una tenue luz parece llamarme, parpadea haciendo la señal de socorro. Podría haber ignorado la llamada, pero pensé que quizá nadie más la viese. ¿Cómo ignorarla?
Lo extraño de todo esto es que, da lo mismo lo mucho que me acerque, la luz es igual de lejana y fugaz, parece que nunca llegaré.
El viento arrecia y la nieve es como una cortina que me impide avanzar y ver más allá de mis narices. Me es imposible saber hacia dónde me dirijo, extrañamente tan sólo veo la señal de S.O.S. que sigo.

Ya creía que nunca llegaría, pues la comida que tenía reservada casi se ha terminado y el agua ya escasea, sólo me queda para dos o tres días escasos.
El frío hace que ya no sienta las manos y los pies parecen cartones. Me maldije una y otra vez por estar aquí y cuando ya creía que nunca llegaría, por fin he visto la pequeña luz que sale de una cueva en la montaña, más que na cueva es un agujero. Pequeño, pero muy oscuro.
El poco trecho que me queda hasta él lo haré a cuatro patas, pues la subida es bastante escarpada. La luz se hace cada vez más intensa y parece reclamarme. 
Por fin ya estoy en el hueco de la roca. La luz ha desaparecido. Me adentro. Está tan oscuro que no puedo ver nada. Intento palpar las paredes y, nada. ¿Cómo puede ser? La cueva es pequeña y estrecha. Voy hacia atrás y tampoco consigo tocar nada. Quiero salir de la cueva, pero ya no encuentro la salida. Corro en las cuatro direcciones. Es incomprensible. He tropezado con algo. Palpo y he encontrado lo que parece una linterna, seguramente la que ha llamado mi atención y junto a ella el cuerpo de un hombre. Está… muerto.

Ya han pasado dos días. No puedo salir, estoy aquí perdido. La linterna la lancé lejos, pero parece tener vida propia y se ha puesto a mandar señales de socorro.
Si veis la señal no la sigáis.
¡Por vuestro bien!

Comentarios

Entradas populares de este blog

El mundo a mis pies.

Soy yo.

Las cloacas del mundo.