Un ser especial.




... De eso hacía ya un par de meses y no sé si algún día podré superarlo. Ese tiro no solo le mato a ella, sino que también iba dirigido a mí.
El pecho de Imanol se hinchó y deshinchó por última vez. Su cara reflejaba felicidad. Enaut pensó que al menos había muerto, al fin, feliz. Le hubiera gustado que Esperanza lo hubiera conocido, igual que haber hecho justicia en ese pueblo de miserables.
Ahora tenía dos promesas que cumplir: tapar las pruebas que incriminaban a Esperanza, y la más difícil: incinerar el cuerpo de Imanol. Quería que repartiese las cenizas en la caída de agua que discurre del río hacia la mar.
Alguien en el tanatorio le debía un favor.
—¿Sabes qué nos pasará si nos pillan, verdad? —Roberto empujaba una camilla por el pasillo que conducía hasta el garaje subterráneo.
—Claro que lo sé, y te lo agradezco. Sé que te juegas el empleo y seguramente los dos acabaremos en la trena si nos descubren, pero se lo prometí.
—Aún no entiendo cómo puedes hacer esto, con lo que te hizo.
—Ya te lo explicaré.
Lo más duro de una despedida de un ser querido no es en el momento de la muerte. Es ese momento en el que sabes que ya no hay marcha atrás y ves su cuerpo entrar en una fosa o en el crematorio. Es cuando te das cuenta que es cierto y que ya no lo volverás a ver. Hasta ese momento los seres humanos no queremos creer que ya se ha ido, aún albergamos la esperanza de que en cualquier momento lo veremos aparecer andando como si nada hubiera sucedido.
Ahí fue cuando Enaut lloró a su amigo.
Enaut esperaba que sus cenizas fueran especiales, como lo había sido él, como había sido su vida, pero no, sus cenizas no se diferenciaban del resto de seres. Las guardo en una improvisada urna de cristal y se las llevó.
La noche era perfecta: mar en calma, una agradable brisa marina que acariciaba su cara, las estrellas titilaban y la luna llena esparcía su luz por el agua. El firmamento parecía esperar la llegada de ese ser tan especial.
Abrió la urna y dejó caer su contenido, y como si fuera un milagro, se levantó una pequeña brisa que alzó las cenizas por encima de su cabeza. Parecía volar, surcar el cielo. Se elevó hasta casi perderse de vista, para acto seguido caer suavemente, igual que lo haría una hoja, hacia la mar...

... Del agua surgieron diminutas luces de colores que se esparcieron por todo el pueblo. Todo el mundo pudo verlo. Por primera vez Imanol era bienvenido como el protagonista principal. Su luz impregnaría para siempre a sus habitantes dejando su huella en ellos...

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