Pídele un deseo a las estrellas

        



    El atardecer era hermoso y se dejaba llevar por el momento. Se descalzó para entrar al pantalán. Le gustaba sentir el suelo de madera bajo sus pies. Bajó sus escaleras y se sentó al borde introduciendo los pies en el agua.
Que momento, cuando el sol va dejando paso a la noche y todos tus recuerdos fluyen, dejas abierta la ventana armonizando con el firmamento. Respira hondo y siente la sensación de paz. No quiere a nadie más cerca, tan solo desea ser uno con el universo y una canción del ayer fluye como un recuerdo del presente. Recuerdos de fragancias que en su piel quedaron impregnados. Besos que pegados a sus labios recorren su espacio. La ve al fondo del paisaje, le llama y llora su ausencia. Quisiera tener el valor de desaparecer en ese mar y así perderse junto a sus recuerdos. Llora en silencio. Un día más, una semana más, un mes más, un año más.
- ¿Cuanto tiempo tengo que esperar?- Pregunta a las estrellas que van apareciendo ajenas a su plegaria.- Cuanto debo sufrir su ausencia para que os apiadeis de mi.
- ¡YO OS MALDIGO! - Gritó poniéndose en pie. Nadie contestó. Tan solo las estrellas mudas testigos, parpadeaban desafiantes ante su amenaza.
Una mariposa pasó volando ignorante de su presencia, Raúl la siguió con la mirada y vio como una pequeña ola se la llevaba quedando tendida muerta en el mar.
- ¿Eso es todo?- Preguntó a las estrellas.- ¿Todo se reduce a eso? ¿Toda la vida sufriendo para salir del capullo y convertirse en algo bello y para eso? ¿Y vosotras? Tampoco tendréis mejor final, ya sea efímera como una mariposa o una larga vida como estrella, al final el tiempo nos reune a todos.
- Ya no quiero seguir, esto para mi ya no tiene sentido.- la luna salía de su letargo y en ese preciso instante pareció llorar y una estrella calló del cielo.- ¡Tan solo podría pedir un deseo y no se me va a conceder!- Clamó Raúl.
Se lanzó al agua y nadó mar adentro cuando escuchó un ruido seco a su espalda, se giró y vio a una chica que caía al agua, no se lo pensó, nadó hacia ella y la llevó hasta las escaleras del náutico, no sin dificultad.
- ¡Dejamé!- le gritaba la mujer.- No ves que quería morir.
- Y ¿por que? tienes una larga vida por delante.
- ¿Y tú?
- Lo mio es diferente, yo...
- Claro lo tuyo es diferente, ya me has jodido el día, me ha costado mucho decidirme y ahora, mira lo que has hecho.
- Creo que han sido ellas.- Dijo señalando las estrellas.- Son unas mentirosas y unas liantas.
Las estrellas parpadeaban y parecían reírse.
- Vaya, tu también les hablas. Creía que yo era la única lunática en la ciudad.
- Pues ya ves. Y ahora que hacemos.
- De momento tendremos que ir a secarnos, luego me apetecería un café y mas tarde quizá me dedique a matar estrellas.
- ¿Te puedo acompañar?.. A matar estrellas digo.
Los dos comenzaron a reír, mientras la luna menguante parecía sonreír.

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