Un ferrari, un beso y una historia de amor.





Sentada en la habitación a oscuras, como única luz las líneas esparcidas por la habitación que pasaban a través de la persiana y a través de ellas miraba la calle desierta a estas horas de la madrugada. Sus pensamientos recorrían las avenidas y trazaban un mapa de recuerdos tras los grandes ventanales. Le gustaba estar ausente, perderse por las viejas calles, huir tras las sombras, correr por los callejones soñando que era otra persona. Cambiar de piel y que no la reconozcan, saltar al vacío en cualquier esquina, mudar el cuerpo pero no de mente, sentir la libertad que nos da la imaginación.
Imaginaba vidas nuevas, aventuras salvajes donde no había límites ni al cuerpo ni a la mente, amores secretos, amores de barra, amores pasionales, clandestinos y divinos. Cada noche se reinventaba así misma y a sus locuras, que le hacían olvidarse de su monótona y aburrida vida y tras varias horas de intensa agitación se quedaba dormida y soñaba que no era un sueño y que  al despertar un su vida sería feliz, pero ese sueño duraba lo que dura la noche y tras amanecer sonriente se daba cuenta que su carro no era de caballos sino de la compra, sus zapatos le seguían haciendo daño y su sapo seguía sin convertirse en príncipe.
- Deja de soñar, - Se decía- Sal de la oscuridad y vive.
Su reencuentro con la vida cada mañana era duro y se obligaba a levantarse y continuar con su anodina existencia.
Cada mañana el mismo ritual; ducha, desayuno, un buenos días y un hasta luego; y luego en la parada del bus las mismas caras largas de siempre.

- Buenos días. - Una voz de un hombre a su izquierda.
- Esto es nuevo.- Pensó. Miró a su lado y vio a alguien que vestía un traje caro y un perfume acorde con la ropa.- Buenos días.- Dijo al fin.
- Verá, me dirigía a la calle Nicanor Bardina y el GPS se me ha colgado ¿Podría indicarme por donde cae?
- Casualmente yo trabajo ahí. Si me lleva me salva la vida de esta pandilla de zombis y yo le hago un favor.
- Encantado. Suba.- Dijo indicando con la mano un Ferrari.
Dolores no se lo podía creer, iba a ser la envidia del barrio, subida a un descapotable con un pivonazo. Félix le abrió la puerta y la gente del autobús no paraba de mirarla y rumorear.
- Que os den viejas chismosas.- Pensaba Dolores.- Tendréis algo de que hablar mañana.
- ¿Donde te dejo Dolores?- Le dijo cuando llegaron.
- Delante de la oficina por favor. - Que se joda también mi jefe y las pijas de mis compañeras.- Ahora lo bueno sería delante de ellas un beso de película.- Pensó.
Félix se acercó y como si le hubiese leído sus pensamientos y le besó en los labios.

- Cariño despierta, te has vuelto a quedar dormida en el sillón como todos los días, llegaras tarde al trabajo.- Le decía su marido mientras le besaba.
- ¡Podías haberme dejado cinco minutos más ¿No te parece?!
- ¿¿¿...???



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