Donde crecen los lirios.




Un escalofrío le recorrió la columna, como un millón de hormigas que subieran por su espalda. La noche estaba fría, el viento arreciaba y la lluvia se colaba por su ropa.
—«¿Qué hacía allí?»— se preguntaba una y otra vez, pero no obtenía respuesta, tan solo el viento se atrevió a susurrarle al oído, como si los fantasmas del pasado le hablaran.
Cerró la verja de entrada y al hacerlo esta emitió un chirriante grito. Encendió la linterna y un amarillento haz de luz parpadeó en varias ocasiones hasta que se apagó. Golpeó la linterna con la mano, como si eso fuera a hacer que las pilas volvieran a la vida.
Escuchó el sonido de la hojarasca. No se atrevió a hablar y durante unos segundos tampoco a moverse, pensó que sería el viento y continuó el camino, ahora a oscuras, con la pala como arma de defensa. El aleteo de algún pájaro nocturno le hizo pegar un pequeño salto. Cerró los ojos e intento respirar de manera pausada, hasta que reunió fuerzas para seguir adelante.
Por fin la lluvia cesaba y las nubes dejaban ver una preciosa luna roja. Las ramas secas de un arbusto le cerraban el paso. Se agachó y por fin pudo ver la roca con forma de dedo que parecía señalarle de manera acusadora.
Los lirios que había plantado ya no estaban, alguien los había hecho desaparecer.
Los fantasmas deambulaban por el jardín y la noche y la luna parecían hablar de traiciones. Las ánimas parecían arrojar infames mentiras, sedientas de muerte entre las sombras.
Introdujo con fuerza la pala y esta entró sin dificultad en una tierra empapada, además de removida, alguien había estado husmeando por allí. Siguió cavando hasta que dio con el cadáver, lo había enterrado muy profundo. El hierro con que lo mató aún sobresalía de su pecho, no había sido capaz de sacárselo. La lluvia regresó y esta vez con más fuerza. 
Un grito tras su espalda. Se dio la vuelta, un pájaro lo miraba, quiso espantarlo y notó como alguien o algo le retenía. Se asustó e intentó golpear a ese ser con la pala, pero nada conseguía, su pie quedó atrapado en el barro debido al agujero que había hecho, el suelo cedió y su chaqueta se quedó colgada de la rama que lo sujetaba. Cayó en el agujero que se convertiría en su tumba cuando su propia montaña de lodo se vino abajo y su hombro quedó atrapado por el hierro mortal.
Ahora lo lirios crecen más altos.

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