Fría noche.




Ella espera despierta bañando su alma con la cenicienta luz de la luna, al despuntar el alba.
Arde su cuerpo bajo las sabanas recordando besos y palabras, caricias y miradas.
Lamenta no haber escapado cuando su corazón, ya helado, le suplicaba, le rogaba, le pedía con sus arrítmicos sonidos seguir el camino, de su amante, ya desaparecido, tras el camino que marca la mortecina luz de ese último latido.
Muerte y vida se mezclan en su memoria y espera tras las sombras que algún día aparezca alguien que la libere de su vida, de su pasado, de su futuro marcado, que no es más que una muerte infinita. 
Caen las hojas, que como mágicas sombras cubren el suelo que es su techo.
Yacen cuerpos y almas en este subsuelo que se alimentan del desamor de los que algún día quisieron.
Roban su energía fría y sombría que tras el último beso se corrompen en un triste verso
Obscuras y nostálgicas, dementes e hirientes, espera tras el umbral que otra alma rota llore y de sus lágrimas un nuevo suspiro en su pecho brote.
Que le ayude en esta noche fría, que del sueño eterno libere de esta melancolía, de este eterno amor al que su alma se ató.

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