Los miedos de Sofía.




Al abrir los ojos, en un principio no podía ver nada, tan solo se filtraba un minúsculo rayo de luz a través de alguna especie de apertura en algún lugar del techo, si es que había techo. Sofía escuchaba un rítmico goteo en la dirección contraria a la luz (toc, toc, toc…), la humedad se palpaba y el frío era más intenso de lo normal. Se imaginó que estaba en algún sótano. No sabía qué había pasado, estaba en brazos de Morfeo y en un segundo se vio cogida por… alguien. Su mente se apagó, como se apaga un televisor.
Tenía miedo (toc, toc, toc…), se escuchaban sonidos que le recordaban, cuando una vez, en el sótano de su casa, bajó con su padre y la luz se fue. En esa ocasión su padre le sujetaba de la mano, pero a pesar de ello sintió pánico cuando oyeron ese mismo sonido, su padre le explicó que seguramente eran roedores, pero que si ellos hacían ruido las ratas se callarían. Así lo hicieron y esas ratas dejaron de asustarla.
Sofía intentó hacer ruido, pero los sonidos no cesaban (toc, toc, toc…). Sus ojos se iban habituando a la falta de luz, entonces es cuando lo vio. Algo se movía en la oscuridad, emitiendo un sonido extraño, como si un gusano se arrastrara. No sabía qué hacer. No sabía hacia dónde ir (toc, toc, toc…). Se preguntaba qué pasaría si se movía del sitio y pisaba algo, se vio a sí misma pisando un enorme gusano, o peor aún, una serpiente que la devoraba, quiso palpar hacia los lados, pero no se atrevía. Sus brazos estaban agarrotados y era incapaz de mover un solo músculo de sus piernas (toc, toc, toc…). El ser que se arrastraba se iba acercando, el sonido cada vez era más asqueroso y un pestilente olor le seguía. Notó como el gusano, o lo que fuera, ascendía hasta llegar a su oreja derecha. Escuchó un sibilante sonido que su cerebro supo traducir, no sabía cómo.
—¿Tienes miedo, Sofía? (toc, toc, toc…). —Sofía no contestó, era incapaz, ni siquiera se movió, le daba miedo hasta respirar.
El gusano se arrastró hasta el otro lado y se arrimó a su oreja. Sofía le siguió, solo se atrevió a mover los ojos para hacerlo (toc, toc, toc…).
»Sé de tus miedos. Lo sé todo (toc, toc, toc…).
Gritó, Sofía gritó con todas sus fuerzas y el enorme gusano cayó hacia atrás, como si alguien le hubiera empujado. De pronto se hizo la luz y el gusano no estaba, era su madre la que asomaba junto a la puerta. Una pequeña luz se situaba encima de ella. La habitación era un enjambre de muñecos y en algún lugar continuaba el rítmico sonido (toc, toc, toc…), como si fuera un reloj de pared. Su madre apagó el Gusiluz, la besó en la mejilla y quitó las pilas del reloj de cuco.

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